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Su historia y su alcanee
EDUARDO DE LA BARRA
LA REFORMA ORTOGRÁFICA
SU HISTORIA I SU ALCANCE
POR
EDUARDO DE LA BARRA
de la Real Academia Española
^
SANTIAGO DE CHILE
IMPRENTA I ENCU1DERN ACIÓN BARCELONA
Moneda, entre Estado i San Antonio
1897
A ÜEOHflRDO EÜIZ
A Ud., mi excelente amigo i biógrafo, cábeme la satis-
facción de dedicarle este Opúsculo destinado a encabezar
una serie de trabajos ya terminados, en que me propongo
afirmar t completar la Reforma Ortográfica, iniciada
en Chile, hace mas de medio siglo, por dos hombres ihis-
tres, Sello i Sarmiento, i después perturbada en su des-
arrollo i florecimiento.
Seque lid., hombre progresista, mirará con simpatía
todo esfuerzo que tienda a poner en claro i fomentar una
reforma necesaria, que, una vez realizada, redundará e
provecho de la hermosa lengua castellana, i en gloria del
país que la ha iniciado i acojido.
Por mi parte comenzaré con buenos auspicios si Ud.
se digna aceptar esta pequeña mi .estr a del afecto que le
profesa
Su viejo amigo
mt:he, Febre.-a H de 189?,
ADVERTENCIA
Consta el presente trabajo de tres Estudios diferen-
tes ligados entre sí por el asunto de que tratan, i nada
mas; como que esta publicación obedece a un proposita
mas que a un plan.
Antes de haberme impuesto del movimiento orto-
gráfico que atribuía al señor Bello, meditando de mi
cuenta en la inutilidad de la h i en la poderosa resis-
tencia de la rutina, su defensora, escribrí un pequeña
estudio, que aquí reproduzco, sobre este signo de as-
piración que yo hasta entonces tuve por una letra
como las demás del alfabeto. Era destinado a la Revista
de Instrucción Primaria de Santiago, i, con la tinta
aun fresca, allí lo envié, escrito con la ortografía aca-
démica.
Dicen que por distintos caminos se llega a Roma, i
tal me aconteció en este caso, pues por el estudio de
la h, de consecuencia en consecuencia llegué a la re-
forma total como tantos otros, sin sospechar que en
esta materia todo estaba ya visto i previsto, aunque en
ninguna parte hallé la obra total en un cuerpo i siste-
ma, a no ser en Bello, i antes que en Bello, acercándo-
sele mucho, en el entendido impresor valenciano don
Antonio Bordazar de Artazú, quien dio a luz su Orto-
grafía Española fijamente ajustada a la naturaleza inva-
riable de cada una de las letras, el afro d^YV*&.\jsw
reforma por ¿8te propuesta es casi \a \\amsAa» fo>^^£>
i mí una so-
si eso aleo
, con una que otra valíante, es la que yo
ahora. Si la encontré por mí mismo, es para mi
tisfaccióu el coincidir con tales gramáticos, i si eso
prueba, es la lójicade esta reforma. Otro tanto aconte-
cerá a todo hombre que, sin preocupación, quiera dete-
nerse a meditarla: forzosamente llegará a las mismas
conclusiones que los demás, i a esas conclusiones llegará
todo el orbe español.
Posteriormente, por encargo del Gobierno de Chile,
he compuesto un Silabario, o sea los rudimontos del
arte de escribir, i, además, una Ortografía para los
Liceos i otra para las Escuelas, que lo perfeccionan.
Esos trabajos escolares están destinados a afirmar la
reforma ortográfica nacional i a preparar discreta-
mente su continuación.
El presente opúsculo está destinado a servirles de
introducción común, para lo cual se da en él cuenta
sumaria de la historia de la reforma, su ostensión i
alcance, lo hecho hasta aquí i el mejor modo de reali-
zar lo restante, basta completar la obra.
Consta de tres estudios. El segundo se destinaba a
la Jicvhta ¿te Instrucción Primaria; pero decidí publi-
carlo aparte precediendo a los trabajos mencionados i
a la Ortografía Fonética escrita últimamente, i enton-
ces le agregué el Estudio que ahora aparece en primer
término.
A manera de Apéndice inserto al final mi primer
escrito, sobre la supresión de la /(, por creerlo útil como
complemento a lo anterior. Así, pues, estos tres Esta-
dios, mas que una obra única, constituyen una serie
de apuntaciones para tratar la historia de la reforma
ortográfica, a las cuales van mezcladas mis propias
ideas sobre su alcance i la mejor manera de realizarla,
¡Ojalá estas pajinas de algo sirvan al progreso lite-
rario de la Repiililir:i!
A/mar/tf. /útero de 1897
ESTUDIO PRIMERO
VIDA I DESARROLLO DE LAS LENGUAS
El culto latín, después de dominar al mundo coi
águilas imperiales, a la par de la política romana entró
«n un período de decadencia que lo llevó a la estag-
nación i la muerte. Pero, uo murió sin sucesión: por
la lei evolutiva que trasfornia las lenguas como los
organismos vivientes, del latín se desprendieron diver-
sas hablas, que, por su orijen, se llamaron lenguas ro-
mances. Al desaparecer la lengua Ariana, que hoi tra-
tan los sabios de reconstruir, tuvo por retoños los
dialectos de que se formaron los idiomas indo-europeos,
el celta, el sánscrito, el zend, el jermano, el eslavo, el
lituanio, el griego i el latín. Cuando este último a su
turno, entró en el período de la AescoYa^o^viró'ii \
muerte, trasmitió la antorcha de la vida a otros dialec-
toa nacidos de sus entrañas, y tuvimos el francés, el
italiano, e! español, el válaco, el gallego o portugués,
i el provenzal, lengua literaria muerta en temprana
edad, representada hoi por dialectos del sur de Fran-
cia i por el catalán con sus ramificaciones, que son el
valenciano i el mallorquín. Tales sou las lenguas
romances.
Estas lenguas de común orijen, si en su cuna eran
casi iguales, dia a día se han ido diferenciando entre
sí hasta ser lo que hoi son, radios de un mismo centro
que se van separando. Si las albergó un mismo nido,
luego tendieron alas i se desbandaron, tomando rumbos
distintos.
La diverjencia que notamos, (propia de la naturaleza,
pues a cada paso vemos que los seres idénticos a la
mañana, no lo son a la tarde} en el caso de las lenguas
romances depende de tres causas principales: la diver-
sidad de las lenguas nativas de cada rejión, i de las
que fueron habladas conjuntamente con el latín, gran
base de estas diferencias i tendencias posteriores délas
lenguas modernas; viene en seguida la diferencia de
oido, del italiano al español i de éste &\ francés, i de ahí
la diferencia en la aptitud para recojer los sonidos lati-
nos i adaptarlos al gusto rejional; i, por último, es
causa, i no despreciable, de estas variedades i tenden-
cias jeniales de los idiomas nuevos, la diversidad de
órganos bucales que existe entre raza i raza i entre
pueblo i pueblo, tanto que no hai dos que pronuncien
lo mismo.
Dados estos eJemeutos, se comprende que cada un»
de los herederos del latín lo trasformara a su modo,.
obedeciendo siempre a su tendencia natural i jamás de
una manera caprichosa.
En el castellano la p, no inicial, sonó mas suave que
en latín i fué b: de caput salió cabo i de ahí cabeza;
popidum fué el pueblo, i plebis la plebe. La pl inicial
como la el se trasformaron en 11, i lo que antes fué pía-
vía, clave, hoi es lluvia, llave. En las vocales hubo-
cambios bien curiosos i constantes: casi siempre las
vocales fuertes o, e se suavizaron, convirtiéndose en
m, í, i a veces se tornaban en diptongos como petram,
focus, de donde salen piedra, fuego, i otras veces era ni
revés, el diptongo latino se convertía en una vocal cas-
tellana, como en oro, toro, tesoro. Los finales flecsivos
de la declinación cayeron todos i fueron reemplazados
por preposiciones i artículos, i a los radicales se agre-
garon partículas, unas adelaute (prefijos) para formar
las voces compuestas, i otras atrás (sufijos) para formar
ln3 voces derivadas (1).
Todo se hizo con perfecta regularidad como si de
antemano ecsistiera un convenio bien definido i siem-
pre respetado entre los hombres de cada habla. Cada
cual trasformó el latín según su propia índole i siem-
pre de la misma manera, porque todos al hacerlo obe-
decían a las leyes naturales cuya ecsistencia ni sospe-
(1) Así, de la rai/ .ti
dolé m sé tiene la i
partícula desinencial .
ve* da so agregamos k
si a ésta agregamos otr
tativo despectivo ihi
sale la radical o tema jen-jo; anteponían-
y¡. compuesta, injenio, i posponiendo la.
», formamos la derivada isjkníoso. Si eti-
lo, tendremos otra derivada, isjekieuo; ¡
i sufijo como a ¡mi, obtendremos el «amen
cbabau siquiera, tal como el agua que para rodar po
declive de las montañas no necesita conocerlas le;
a. gravedad, sin que por eso deje jamás de cumplirlas.
Para comprender mejor este fenómeno del trasfor
mismo lingüístico, propongamos un ejemplo concreto,
i el latina eu labios españoles sonó constante-
mente ch, en italiano se trocó en II, en francés fué uit,
i oií en gallego i portugués: así de noctem, salieron
simultáneamente noche, nolte, nuil i noile; de/ac/wm,
fecho, falto, fait, feilo; de octo, ocho, o/lo. hn.it, nilo: (k
lactem, leche, latí'; latí, leite. etc. (1)
(1) El siguiente cuadro, aunque muí incompleto, da una idea
de la regularidad con que se fué trasformando el latín en di
ib lenguas:
factum
fecho
Eatto
feito
fait
tectum
techo
tetto
teito
toit
lectutn
lecho
letto
lettfl'
lit
pectum
pecho
petto
petto
p¡t{a
noctem
noche
notte
noite
Rllit
fruetum
frucho
frutto
oito
huit
octura
ocho
otto
fruito
fruit
doctum
ducho
dotto
dotto
"
lactum
leche
latte
leite
lait
coctura
cocho
cotto
coito
CD.it
ereetum
derecho
dritto
drito
droit
o estas voces, algunas desaparecidas otras formadas, pero las
i vijentes,se desprenden do» series incompletas de derivadas,
a vulgnres. que san: fecharla, alerliii/ada, [arel tcchunti
¡o, narhemieyo (ant) ochavado, lechoso, bizcocho, derechura, i
is sabias; factible, pectoral, nocturna, octugonnl, fmctuoio, doc-
ida, lácteo, erecto. La ch sonaba acaso, como en el francés
uÓrr, i no como ahora.
' se observa constantemente que ésta
no otras trasf urinaciones, se verifica con regulari-
dad, como sucede en lecho, pecho, techo, lechuga, /rucho
■(de frudum), ducho (de dodum), derecho (de erectum),
cocho (do coctum).
Pudiéramos estender esta comparación; pero, 1
■con lo dicho para ver la regularidad con que el pueblo
de cada rejión trasforma el latín, obedeciendo a un
instinto natural que no trepida ni se engaña, o mas
propiamente, a sus condiciones lisio lójicas, mas segu-
ras que las reglas de los sabios.
Cuando los humanistas riel siglo XVI latinizaron e¡
castellano, como luego veremos, algunas de las pala-
bras traducidas i muchas de las derivadas vulgares,
retrogradaron a su orfjen. Entonces jrucho volvió a
ser frítelo i después fruto; cocho volvió a codo i cocido,
i tuvo compuestos vulgares, sancochado, melcocha, bis-
cocho, i derivadas sabias, como cocción; ducho, suplai
tado por el vocablo docto, pasó a segundo término, i
hubo doctor i doctoral: i de fecho se pasó a fado, de
donde hecho i acto. Hubo evado, pacto, estrado, tacto...
que entraron al caudal del castellano, sin la ch suave
equivalente a la d latina. De las voces usadas unas se
conservan, como leche, pecho, noche, aunque en 3us
derivadas, ladeo, pectoral, nocturno, campea la forma
latina del renacimiento; otras desaparecieron entera-
mente, como conducho, vitualla, que viene de conduetns,
voz que fué mui usada; otras, como ducho, se empeque-
■cieron i aplebeyaron (hoi no es lo mismo decir de un
hombre que es mui ducho o que es mui docto); i hubo
algunas ijue volvieron a trasEormavse, oo<M&$rwh»oJSBto
^m
IL'
mi
(
antes de los humanistas ya se latinizó en San Mili
la Cogulla, i de /rucio volvió a fruto {2).
• E\/iiicto de los árboles era dulz e sabrido. ■ — Berceo.
Tal regularidad en la formación espontánea
lengua sin ningún contrato social previo, indica por si
solo que el fenómeno de la trasformación latina se
operaba bajo el influjo de leyes naturales. Así como
unas mismas flores i sus frutos varían con los climas,
las lenguas romances también variaron en su desarro-
llo, sin dejar de pertenecer por sus caracteres jenerales
a una misma familia.
Sobre el tronco latino se injertaron diversas lenguas
bárbaras, lo r¡ue marca ya diverjencias orijinarias. En
seguida, distintos oidos, i gargantas diferentes, i aún
gustos variados, determinaron las desigualdades de
adaptación i las tras formaciones de la vieja lengua ma-
dre. Dadas estas (.'ondiciones naturales, cada pueblo hixo
su nueva lengua, como la araña teje su tela, como la
abeja labra su panal, como el pajarillo canta sus amores.
Este impulso espontáneo de las lenguas vulgares,
como ya lo recordamos, fué detenido por las refor-
las artificiales de los hombres del Renacimiento. Eran
/
(2) Otro tanto sucedió en las lenguas alinea bajo el imperio
de idénticas circunstancia». Nótase en ellas que las formas
italianas son las mas apegadas al orijinal latino, i tas francesas
lasque mas se apartan. Entre los ejemplos aquí citados hal
algunos curiosos de trasformaeiorips francesas; uno wolo presen-
taremos. De orto salieron ocho, -tío, o'ilu i el francés HriT. La n
se trasmutó en w, lo que es frecuente; la ti se escribía D i se tuvo
titi para que la v sonara tt se le ponía delante nna h, como en
•leDano, i así se tuyo hvit o huit.
éstos grandes eruditos que se enamoraron del grie¡
del latín clásico, antes de ellos muí olvidado en la
Europa occidental, i trabajaron por rectificar las nue-
vas lenguas retrotrayéndolas en lo posible a las formas
puras latinas. Estos desviaron el romance de su natural
desarrollo, i lo encauzaron sabiamente por el campo
latino. Entonces reaparecieron los sonidos trasforma-
dos en lo posible, i al lado del castellano popular hubo
otro castellano clásico o literario. Se dijo capital, popu-
lar, pluvioso, pedrería i aún pétreo; foco i fogoso; áureo
i aurífero, mientras que, corno vimos ducho i f rucho se
convertían en docto i fructo. En las derivadas al menos,
se enriqueció la lengua; pero, las tendencias naturales
o fonéticas de su trasformación i desarrollo quedaron
ofuscadas por aquel rejio manto que ella cubrió en el
siglo XVI.
Esta segunda trasformauióu por ser artificial, pertur-
ba hoi las investigaciones fonéticas que van a darnos la
clave sencilla del hecho natural que llamamos la for-
mación del castellano.
Las lenguas góticas entre las arianas, i el árabe i el
hebreo entre las semíticas, tienen alguna parte visible
en el caudal de nuestra lengua, principalmente en su
vocabulario. Sus oríjenes casi siempre se encuentran
en el latín, i parte en el árabe i el griego. Poco hai en
ella de otras lenguas, del viejo púnico al francés mo-
derno. (1)
(I) £1 Diccionario de Autoridades oue la Real A endemia e
menzn a publicar en lTdii, coatiene en sus seis gruesos vo-
lúmenes 18,3fi5 voces radicales o, para noecfoM, ■pmo\\\N»»A»»
Las etimolojias son inciertas, i muchas veces un
mero juego de injenio. Mientras la fonética no desci-
fre el enigma, puede decirse que el castellano carece
de etimolojía cierta.
El tuto, acortando unas palabras, alargando otras i
eufonizando la lengua según el gusto reinante en cada
época, ha introducido cierto desorden caprichoso, que
dificulta la cuestión de los oríjenes i perturba la pro-
sodia castellana.
No obstante, para acabar de fijarla, se necesita
ocurrir a esos dos puntos auténticos: el oríjen i el
uso.
Esto respecto a la lengua hablada. En cuanto a la
escrita, ella debe ser el fiel reflejo de la prosódica, couoo
es la imájeu eu el espejo, la fiel reproducción del objeto
reflejado o como las huellas en el cilindro del fonó-
grafo, reproducen la voz que allí las marcó, con per-
fecta identidad.
cuales, atendiendo n su proceden cin, el P. Larrsraendi asi ela-
üe orfjen latino 6,386
» » vasco 1,051
» * griego 978
» » árabe 666
» > rráncéa SOS
» • italiano..... . 167
» » hebreo 90
» » godo I otro» iecuniiarnís . ,, 1,179
> » -i¡) oijipn determinado* . . 2,7*11
Formadas por un o mato pe ya. .
bcrita: ANALIS1
ALFABÉTICA
í LA REFORMA
Cada lengua tiene sus propios sonidos elementales,,
representados por letras escritas, que son su álf
i esos los combina en sílabas i en palabras. Cada sonido
debe tener su letra que lo reproduzca, i m
letra no puede representar mas de un sonido, so pena
de caer en la confusión i el enrredo, i dificultar el arte
de escribir, que puede i debe ser sencillo.
Un orador de aldea había perdido loa dientes, i <
menguado, en una solemne ocasión, dicen que pidió a u
vecino su dentadura postiza, para ayudarse; pero, como
era de esperarlo, la dificultad creció para él, pues se
llenaba la boca con un inútil estorbo, desde que aquel
aparato no ae ajustaba a su paladar ni a sus encías.
Así nosotros, usamos un alfabeto ajeno, el latino,
que no nos deja escribir como hablamos, cual el ridículo
orador que no atinaba a decir lo que quería, impedido,
mas que auesiliado, por los dientes de su compadre
Se han hecho varias tentativas para mejorar este
alfabeto ajeno, adaptándolo a las necesidades de li
lengua nuestra; pero, aún no conseguimos tener alfa-
beto propio, i ese es forzosamente el punto de partida
de toda reforma ortográfica que se intente, pues uo-
se puede pretender llegar a buenos sonidos compues-
tos sin tener primero correctos sonidos ele.vaevA-.vV'Sfc.
no,
ulo
a»,
jste
ala
lía-
ida
10-
De ahí que la reforma del alfabeto castellano ae íin-
ionga imperiosamente.
Para poder reformar nuestro alfabeto necesitamos
ütes darnos cuenta «mi cabal de sus defectos.
Sus vocales a, o, e, u, i, siguiendo el orden de mas
llena a menos llena, no tienen mas que un solo sonido
i una, claro i distinto, que jamás se altera al eombi.
narse ellas entre sí, lo que da mucha sencillez a nuestra
vocalización.
Para que dos vocales puedan pronunciarse en una
I sílaba sin alterar su sonido, se necesita que alguna de
ellas sea i o u, i que la llena que la acompañe lleve el
acento, si en ellas recae. Estas son todas las condiciones
de la diptongación castellana.
El único entorpecimiento que, respecto a vocales,
hubo en nuestro alfabeto, fué el de atribuir a la conso-
nante y funciones de vocal que corresponden a la i. De-
vuelta la 1/ a su puesto de consonante, nada hai que
observar.
En las consonantes nuestras hai mas letras que soni-
dos: a veces un mismo sonido se representa con letras
diferentes, lo que trae gran confusión en las numero-
sas palabras en que entran esos sonidos ambiguos.
Ademas, los nombres que se dio a las letras consonan-
tes dificultan la lectura, porque no corresponden a su
sonido propio ni a la manera fácil de articularse a otras
letras.
Comencemos por esta última incorrección de nom-
bres. Tomemos, por ejemplo, la nasal m/ella representa
i sonido que no se pronuncia solo, sino acompañado
de tina roca) coa Ja que consuena. Con la boca cerrada
indo el aire por las naricea producimos una espe-
cie de mujido que es el sonido puro de m. Para pronun-
ciarle mas fácilmente se le llamó eme: aquí el sonido
verdadero i puro está entre dos ees. La primera e está
de mas, porque si decimos mano, mono, mesa, amo, ame-
mos, esa e jamás aparece, cuando siguiendo el nombre
de eme, debiéramos decir emano, entono, emesa. La
segunda e sola, basta para apoyar el sonido puro de
m i poder pronunciarlo, i en seguida cederá su puesto
a las otras vocales con que ni se combina, ma,mo,
mi, mu.
Todas las consonantes deben, pues, apoyarse en una
vocal que sigue a su Bonido elemental puro, i con él
consuena. Se ha preferido la e por ser intermedia entre
las llenas i las débiles, pues ella es <¡la menos llena de
las llenas.»
Bello esceptüa la r, llamada ere, porque este sonido
suave jamás comienza dicción, i entonces, como tiene
que articularse forzosamente con una vocal anterior,
arancel, erijir, perorar, argüir, aromático, se le pone
entre dos ees. No así el sonido fuerte correspondiente
que se llama rre, arreglo, arrojo, herrumbre.
No juzgamos lo mismo: la r no comienza dicción,
es cierto; pero comienza silaba, becho fonético distinto.
Reconociendo ese doble hecho la llamaremos re.
En otro caso se encuentra la letra doble x=cs, que uo
comienza dicción ni sílaba, i por eso la llamaremos ese.
En latín era xt o caí. (I)
(1) Juan Sánchez en au Ortolojía, publicada e.\\ \SifA, \
estas letras re i ti, como en latin.
Según lo dicho, nuestro alfabeto actual se leerá c
se espresa en seguida:
abcchdefgh
a be ce che de e fe ge he
] k I m n ñ
je ke le me ne üt
o p q rrrstuvxyz
o pe qe re rre se te. u ve ese ye se
Como h no es una letra que represente un sonido,
sino un soplo, no le damos el nombre de achí con que
se la conoce (que mas corresponde a un estornudo),
sino el de he, que puede representar una aspiración sin
sonido propio, como es el caso. (1)
Veamos ahora los sonidos mal definidos o ambiguos.
I. P,biv son tres sonidos distintos que correspon-
den a tres diversas funciones de los labios; pero, si nadie
confunde los dos primeros p i h, en cambio siempre
Be han confundido en la práctica b i v, lo que perturbt
las etimolojías i dificulta la escritura. Se llegará a ll
abolición de una de estas dos letras, porque si en la
pronunciación el sonido es uno, un solo signo debe re-
presentarlo.
II. La c, la ? i la a se prestan a confusiones, lo qne
se ve mas claro en las series silábicas ca, que, qui, co,cu,
en que hai dos letras, c i q, para un mismo sonido; i a
(1) Posteriormente he visto que Nebríja llamaba he a 1* A,
como loa judíos i moros, dice, de los cuales la redbimoi; i.
agrega que la h no es letra sino señal de espiritual soplo. tKo
la tengo por letra ni no va acompañada, dice Pérez Cas ti el, pi
/"/r f i f ola ea aspiración que alienta &\&8 ottaa letras.»
escribimos la serie con una sola letra, ca, ce, ci, co, i
tenemos dos sonidos distintos, uno de k, otro de z, pues
no hai diferencia entre k i ca, i entre ce ci i ze ti.
Toda ambigüedad desaparecería con abolir la c i la q
i reemplazarlas asi:
Ka-ke-ki-ko-ku, — quehoies:— ca, que, qui, eo t cu.
Za-ze-zi-zo-zti,— poniendo: — ze-zi, en vez de ce-ci.
No falta quienes estén por conservar la q (que en la
escritura manuscrita se confunde con la g), alegando
que hai mui pocas palabras con k. Esa no es ninguna
razón, desde que hai miliares de ellas con ea-eo-cw.
Choca menos escribir /cama, kómoda, luna, que qama,
qómoda, quita; i, ademas, la k asi empleada, es de uso
universal en las lenguas indo-europeas i en Ia3 semí-
ticas.
En América confundimos los tres sonidos c, z i s; la
dificultad i discrepancia serán menores cuando des-
aparezca la c.
III. Respecto a la g i la j, la cuestión está resuelta
para nosotros, i han desaparecido las dificultades con
que bregan los otros países de nuestra habla, que aún
viven consultando etinmlojí¡is bastardeadas o atenién-
dose a las tardías concesiones académicas, que apare-
cen como ilojieas porque son incompletas.
Nosotros escribimos los sonidos suaves con g í los
fuertes con j, sin atender a mas regla: gama, goma, gusto,
jenio, jeneral, jiganle.
Las dos series completas que pide la lójica de la re-
forma, serian:
— 20 —
9*, ge, gi, go, gu gato, gerra, ginda, goeo, gumía
J* >* ¿«. jo. j* jarro, jefe, jimio, joven, judió (1}|
Asi* junto con la e muda de gue, gui, desaparecerá
crema dejpfc ^nt. Escribiendo guerra, leeríamos
como hoi en italiano, i como fué en el español an
cuando se escribía lójicamente mager i borgeses,
se y* en el Cid, i la g se pronunciaba, sin duda, cocal
la g francesa. Escribiríamos argüir, vergüenza, agüen,
sin crema, porque ya sería innecesaria.
IV. 1 ¿a *, donde ha dejado de ser una aspiración,
un signo que nada representa, i debe suprimirse por
inútil.
Donde alarga las vocales, como en las esclamaciooai
oh! oA? eAJ pudiera reemplazársela por un signo coi
ese objeto, de que carecemos i en muchos casos nece-
sitamos, como, por ejemplo, I! o! Él...
En la combinación hié suena ye, yedra, yerba, yebt
mlyero % como en yeso, yema, yelmo, yesca, yerto, yena
En las combinaciones huá, hué, huí suena guá, güí,
gui: huano % hueso, huevo, huinca. Ambas series se reem-
plazarían ventajosamente por un solo sonido: wa, vt,
wi, que no necesitaría de la h ni de ü.
V. La rr es una sola letra que representa un sonido
elemental; por tanto, indivisible. La confusión a so
respecto, proviene de representarla por doble rr, lo que
da la idea de doble letra. Si la figuráramos con uní
(1) D. Antonio Bordazar, dice que algunos discurrieron que
la g fuese holgada i hueca en todas las vocales, sonando: gal*
gerra-gitarra-goma-gula. Señalando la j o x para quebrar como
ge, xefejeneral.—Ortogrc^fiaEtpañola, 1728.
tilde como la fl, asi, f , no habría confusiones. Otros han
propuesto esta reforma.
La Academia ha facilitado ahora el manejo de la in-
disponiendo que se la escriba entera después de n i í,
enrredo, alrrededor, i después de las partículas prepo-
sitivas ab, sub,pro, ad, vi... abrrogar, gubrrogar, prorro-
gar, adrrogar, virrei, vicerrector. Duplicarla en Enrri-
que, deshonrra, bancarrota, no se mirará eu adelante
como una muestra de ignorancia, sino de adelanto.
Se conserva, sin embargo, el empleo de la letra
Buave r por rr al principio de dicción: razón, rei, rio,
rápido, Roma, Roldan. Del siglo XII al XVI se escribió
rr inicial: rre'i, rricos-omes, rrios cabdales, el mal, la
rreina, el Papa de Rroma, i esto es mas lójico. Si la rr
estuviera representada por un círculo O a uadie se le
ocurriría partirlo, i usar la mitad en ningún caso.
VI. Ilai letras dobles que debieran ser sencillas, como
la ck, compuesta de c i h, la U, la rr i la x. Las dos pri-
meras no se confunden con otras ni ofrecen dificulta-
des ortográficas; no hai, pues, para qué tocarlas. De
la rr hemos dicho lo conveniente; por tanto, nos con-
cretaremos a la x.
Esta letra antes fué inicial i sonó como la x gallega
o como la sh inglesa. Después dejó de ser inicial i se
trasformó en jí, s i ch. Ximena, xarabe, roxo, carcax,
relox, son ahora, Jimena, jarabe, rojo, carcaj, reloj,
Xastre, extranjero, extraño, se trasformaron en sastre,
estranjero, eslraño.
Xarol, xeiqíte, xaqueta, xato, caxa, almofrex suenan
i se escriben charol, cheique, chaqueta, chato, caja i
cacha, almofrej i almo/res.
Si x equivale a es, como un signo no ha de repre-
sentar dos sonidos a la vez, debemos escribir, eesámen,
eesordio, eccelencia, ecsito, ónice, ees-director: i s delante
de consonante, como suena al hablar, estraño, estemo,
estranjero, estremo, experiencia.
Cuando la./ tomó el puesto de la x es por que ambas
sonaban lo mismo, como la j francesa, siendo la .r lije-
ramente mas fuerte.
VII. Con estos poquísimos elementos quedaría rea-
lizada la reforma ortográfica, i entonces el castellano
se escribiría como se pronuncia, sin ninguna difi'
cuitad.
La Academia constituiría una ciencia de la lengua,
i daría la norma de la recta pronunciación, fundándose
en las leyes de la fonética, en la etimolojía i el uso.
La ortografía sería simplemente el arte de escribir
como se pronuncia, puesto al alcance de todo el mundo.
El fonógrafo que en signos reproduce lo pronun-
ciado sin ninguna discrepancia, es la imajen fiel de U
escritura. Así debe nuestra ortografía reproducir el
habla castellana.
San! ingo, Diciembre 10 de 1896.
TJ3^"U^lnJ3^í)£l^
ESTUDIO SEGUNDO
É3+3Í
I. El Sistema Fonético i el Eti molo jico.— De cómo se vence la
rutina'.— La Academia de la Lengua. — Reformadores I néo-
grafos. — II. Don Andrés Bello i su proyecto de reforma, 1823.
— III. Sarmiento propone la reforma a la Universidad de Chile
en 1843, i esa corporación la acepta. — IV. Precursores de
Bello.— Se le acusó de falta de orijinalidad.— Se le defiende
del cargo.— V. El criterio de la Real Academia en la reforma
ortográfica. — VI. La reforma ortográfica debe comenzar por
el alfabeto. — VIL Nuevo proyecto de reforma gradual.
r
El Sistema Fonético i el Etimolójico. — De cómo
se vence la rutina.— La Academia de la lengua.
— Refokmadoees i neógbafob.
La cuestión, de la reforma ortográfica llama grande-
mente la atención en todas partes.
Hai doa sistemas contrapuestos en lucha: el foné-
tico, que por principio fundamental tiene el formulado
por Antonio de Nebríja en los dias del descubcirai.eu.ta
del Nuevo Mundo: «a cada letra debe corresponderán
sonido; cada sonido debe representarse por ana letra >■;
— i el etimolójico, que funda la ortografía en el orijen
tradicional de las palabras.
El primero es progresista, tiende a simplificar i per-
feccionar la escritura existente, i, como eso es venta-
joso, al fin se impondrá por su propia virtud.
El segundo es conservador, i se apoya fuertemente
en la costumbre áutes que eu lo racional i conve-
niente.
En estas materias la rutina, convertida eu una se-
gunda naturaleza, es sumamente tenaz i resistente a
toda reforma.
Los que impacientes se empeñan en vencerla de
golpe, se equivocan: ella resiste i resistirá a todos sus
esfuerzos.
¿Es acaso invencible esa vieja tirana? No: ella es como
el haz de mimbres de la fábula: invencible mientras no
se le desató para ir quebrando fácilmente sus varillas
una a una.
La reforma ortográfica se hará; pero nó de golpe.
En nuestro propio país tenemos el ejemplo. De laa
reformas propuestas por Bello unas se implantaron i
otras nó. Todos llegaron a cambiar la y en i, en sus
oficios de vocal, i la g por j en los sonidos fuertes, i
la x por es i por s en varios casos; pero, en vano se
intentó suprimir la A inútil, como lo hicieron los ita-
lianos, i la a muda, que es uu estorbo. En vano se
publicaron hasta memorias universitarias sin estas
letras ociosas: eso no entraba por la vista, i la señora
rutina las rechazó lindamente.
Creen muchos que la Real Academia de la Lengua
resiste la reforma, i ello no es así. Por el contrario, la
docta Corporación, llena de prudencia, la va realizando
lenta i paulatinamente, única manera eficaz de llegar
al resultado apetecido, cuando hai montanas de escri-
tos que respetar i vigorosas resistencias que vencer.
«Al comparar el estado de la escritura castellana,
dice Bello, cuando la Academia se dedicó a simplifi-
carla, con el que hoi tiene, no sabemos qué es mas de
alabar, si e! espíritu de liberalidad (bien diferente del
que suele animar tales cuerpos) eon que la Academia
ha patrocinado e introducido ella misma reformas
útiles, o la docilidad del público en adoptarlas.
«Su primer trabajo de esta especie, fué eu los proe-
miales del tomo primero del gran Diccionario; i, desde
entonces, ba procedido de escalón en escalón, simplifi-
cando la escritura en las varias ediciones de su orto-
grafía.
«En 1754 anadió la Academia (según dice ella
misma) algunas letras propias del idioma que se habían
omitido hasta entonces i faltaban para su perfección;
e hizo en otras la novedad que tuvo por conveniente
para facilitar la práctica, sin tanta dependencia de los
oríjenes.
«En la tercera edición de 1763, señaló las reglas de
los acentos, i escusó la duplicación de la s.
«En las cuatro ediciones sucesivas de 1770, 75, 79
i 92, no hizo mas que aumentar la lista de voces de
dudosa ortografía.
■En 1803 dio lugar en el alfabeto a las letras 11 i
ch, como representantes de los sonidos qy» w^to" 5 * 35 ^"
cian en llama i chopo, i suprimió la ch, cuando t<
valor de k, como en chrístiano, chtimera, sustiti
dolé, según los casos, c o q, i escusando la capucha o
acento circunflejo, que por vía de distinción solía
ponerse sobre la vocal siguiente. Desterró la ph i la i,
i para hacer mas dulce la pronunciación, omitió algunas
letras en ciertas voces en que el uso indicaba esta
novedad, como la b en substancia, obscuro, la « en
transponer, etc., sustituyendo en otras la a a la x, como
en extraño, extranjero.
«La edición de 1815, {igual en todo a la de 1820),
anadió otras importantes reformas. En las combina-
ciones ca-co-cu, quitó la q, que conservó eu que, qui;
quitó la crema en (¡iicsHim, /'hujiíencia, etc., i el circun-
flejo en palabras como examen, existo, i otras en que se
,; en xarabe, xefe, caxa reemplazó la x por/, í
tieude en los sonidos fuertes a hacer igual cosa con
la g; i en voces como ayre, peyne, reemplazó la y vocal
porí(l)..
(1) Iríarte, el siglo pasau
Nebrija escribís lo mismo e
lejos, puéa en sus escritos e
por yo, <ño por oigo; cilio
), escribía mui, voi, leí, h«i, bitei.—
i&b voces siglos antes, i aun iba mas
i lee sis temáticamente tefes, lei'es, v>
por cayo, desmatéis, hoíudo, gwaii
i'ii' i. etc. El dieino Herrera usaba la i como vocal i la r como
consonante, i lo mismo Nicolás i)ávila (H¡31), que usa la ¡ como
conjunción, como hoi el académico Benot. Lo mismo hicieron
Bernardo Aldrete, Martin de Roa, Manuel Furia, Tomás de
Vargas Tarnayo, Esteban de Villegas, Antonio López, Diego
Saavedra Fajardo. Fr. Pedro Mañero, Antonio de León Pinelo.
F.scribían como Inerte, «mí, reí, soi, lei, bitei, Podro .Simón de
Abril, Mateo Alemán, Gonzalo Correas, Jerónimo Mondrngói
P. Jose¡ Oleína, Juan González i muchos otroa.
La Academia espera que el juicio de los docto3 abra
camino a las reformas, que ella después autoriza en s
oportunidad ,
La reforma, puós, nace en un cerebro, se impone
por su virtud propia una ven salida a luz, i recibe su
bautismo de manos de la Academia, cuerpo sabio, por
naturaleza mas conservador que inuovador; mas, no
por eso negado a la reforma,
Hai palabras que revelan el camino andado como
en cifra, i tina de ellas es la voz griega nympha, hoi
sencillamente ninfa. ¡Cuánto no ha costado pasar de
lo complicado a lo mas sencillo!
Mateo Alemán, el famoso novelista, solo se atuvo a
la pronunciación por toda regla de ortografía,
tendiéndose por completo del uso establecido, i del orí-
jen etimológico de las voces. .
Desde entonces, (1G09| nunca han cesado las tenta-
tivas un tanto anárquicas, pues que, no estando todos
acordes en la pronunciación, habrá naturalmente dis-
crepancias en la escritura que es su reflejo.
Para no citar por ahora, mas que un ejemplo, re-
cordaremos que don José Hipólito Valiente, gramático
español del siglo pasado, quiso también amoldar la
escritura a la pronunciación, i, en 1731, espuso sus
doctrinas en una obra que por su título se da a cono-
cer: «Alfabeto o nueba qoloqacion de las letras qoiio-
cidas en nuestro idioma qastellano, para qonsegir una
perfeqta qorrespondencia entre la esqritura i la prc
nunziazion. »
El Maestro G-onxalo Rorreas ya en 1630 había pre
ferido Ja k so'jre la q. (.'ti su Ortografía ICaat^aTin, ■«
— 28 —
va i perfeta. Partidarios de la c también los hubo desde
Nebrija a don Mariano Bosomba i Moreno, Bahüer M
DereJio Zibü, quien, el año de 1835, publicaba en Ma-
drid, su Ortografía, de la lengua Española conforme a
Ja mas dulee prottunziasión. El Prólogo así comienza:
•No es el eapri/w, cien me a determinado a escribir esta
Ortografía, sino el combenzimiento de re las lenguas
deben escribirse según su pronunztaziou.» Encuentro
insoportable ese ce por qué, i cien por quien, i la A por
ch, del seflor Bahilerl
Al finalizar el siglo que corre, el filólogo toledano
don Fernando Araujo, así comienza sus Estudios ile
Fonétika Kaslellana: «El prinzipio a ke se ajusta la or-
tografía adoptada para la impresión de esta obra es el
del fonetismo: «un signo para kada sonido i un sonido
para kada signo», prinzipio proklamado ya en tiempo
del famoso Nebrija, azeptado oi por kuantos en Euro-
pa i Amérika se preokupan de estas kuestioues. ■ I esta
obra la dedica el señor Araujo, para responder -:i la li-
sonjera eszitazion de los neógrafos eilenos (chilenos),
que me an rogado eskriba este libro en la ortografía ke
me parezka mas razional para adoptarla komo modelo.»
Son estos neógrafos chilenos don Karlos Kabezón i
don Karlos Newraan, Délano, Salazar i con ellos Kon-
treras, valientes jóvenes reformistas, tesoneros en su
obra, i dignos de encomio (1).
(11 listos jó vence chilenos con laudable valentía han desafia-
do la risa de los necios i laa burlas de los ignoratitea, por llevar
adelante su propósito de popularizar la reforma racional a fuer-
za de meterla por loe ojos al gran público despreocupado. Han
dado a luz una serie de obras que no bajan de veinte, impresas
DON ANDRÉS BE
DON ANDRÉS BELLO I 8TJ PROYECTO DE REFORMA, 1823
Chile desde temprano fué reformador en ortografía
i métrica. La reforma sabia i discreta,— fsiw/e, como
áutes se decía con una palabra castellana que hemos
perdido i conservan los franceses), —está encarnada en
don Andrés Bello, iniciador i maestro de los chilenos
en estas i otras materias.
En el año de 1823, el señor Bello, en unión de Gar-
con la nueva ortografía, sin mas mira que la de popularizarla.
La última de ellas as sobre la unifikazion de las medidas.
En esta obra no hai v, la reemplaza la b.
La ■' es reemplazada por z en las silabas ce, ci, i por k i
La qu es reemplazada por k.
La k no existe.
La rr, letra una o indivisible que representa un solo sonido
elemental siempre se escribe it, al principio o en med
dicción.
Escriben ge, gi en vez degue, gai, gerra, gin/la, segir; por tanto,
gue Igiti, suenan como si tuvieran crema: argüir, vergntnsa.
La res un sonido doble que se descompone en es, o mas pro-
piamente en í's.' supongo que así escriben nuestros neógrafos
por ser racional: eksámen, üknioMa, -rnika, duks.
Lo que no he encontrado es los sonidos lnw, hun, huí, o guá,
yiié, gui, que se reemplazan ventajosamente por wa-we-vÁ;
iuevo,wiro,awa, awero, viioela, aulla, Sanirexa, Witíobro, Teical-
da, Wacolda, tawa, kolüí'e. kélt&ce, ¡vincha, -.vasca, ■¿■i/lín, pen-
:,-Mi, chuta, niwa, utaca, wawa, wacho, manato.
Tampocosé como reemplazan hik; pues la simple supresión de
la h no basta: no Jiai voz que comience con ta\ iW.^'UimBa.tv*-*'»
— 30 —
cia del Rio, dio a luz en la Biblioteca Americana un
notable estudio sobre reforma ortográfica, i lo repro-
dujo mejorado, algunos años mas tarde, en el Reperto-
rio Americano (1829).
Acudamos a esa fuente auténtica para saber lo que
el ilustre venezolano pensaba en esta materia. ¿Cuál
era su doctrina, cuál su base i punto de partida, cuáles
los cambios que se proponía introducir en la escritura?
El misino va a decírnoslo. Oigámosle atentamente.
«El mayor grado de perfección de que la escritura
es susceptible, — dice, — i el punto a que, por consiguien-
te, deben conspirar todas las reformas, se cifra en una
suene yb: yerba, yedra, adyero, enyesto, como hoi yelo, yugo,
yegua, yesca, yuyo.
Hechas eatas modificaciones, nuestra ortografía serta la mas
fácil i las mas perfecta, acaso del mundo.
Lo tínico que rae choca todavía es la supresión de la v, por-
que aún cuando se la confunda con la b, representan arabas en
realidad, dos sonidos diversos, i a cada uno de ellos corresponde
su representación gráfica.
Pronuncíese p-b-v-f, i se notarán cuatro posiciones distintas
de la boca, a las que corresponden cuatro letras.
Hai que escribir corno se habla; perorantes haí que hablar
correctamente.
Respecto a estas dos letras. Bello escusó siempre dar una
opinión abierta i franca. No lo seguiré en esto. Creo que la
b i la v son dos sonidos elementales distintos, i que, por tanto,
según Iob principios del fonetísmo, deben estar representa-
dos por dos letras. La cuestión de los sonidos corresponde a la
prosodia: ella decida si 6 i i< representan un mismo sonido o nó.
Por lo demás, el sistema de los neógrafos chilenos es perfec-
tamente racional i conveniente, i, antes de mucho, será como
se escriba el castellano.
cabal correspondencia entre loa sonidos elementales ó
la lengua i los signos o letras que lian de representar-
; por manera que a cada sonido elemental corres-
ponda invariablemente una letra, i a cada letra correa-
ponda, con la misma iu variabilidad, un sonido.» Bello
era pues netamente fonetista. Lo dicho es lo que él
creía en jeneral, no aplicable a todas las lenguas; pero
si a la nuestra.
«Una de las dotes del castellano, — agrega, —es el
constar de un corto número de sonidos elementales,
bien separados i distintos. E! es quizá el único idioma
de Europa, que no tiene mas sonidos elementales que
letras. Así el camino que deben seguir sus reformas
ortográficas es obvio i claro: si un sonido es represen-
tado por dos o mas letras, elejir entre éstas la que repre-
sente mejor aquel sonido, i sustituirla en él a las oirás.'
Quien así señalaba el camino de la reforma, veamos
qué proponía como el resumen de sus miras. Mas,
advirtamos antes que, tan conocedor del terreno que
pisaba como del asunto mismo, tan prudente como
sabio, Bello james pensó en implantar de golpe su sis-
tema. Por eso lo dividía en dos partes, una de la re-
forma inmediata i otra para cuando la primera estu-
viese admitida i afianzada.
Bello i García dol Rio so proponían hacer la reforma
en dos épocas.
Época primera
1, Sustituir la j a la x i a la o, en todos los casos
n que estas últimas tengan e\ som&o ^gotas*^ ^
— 32 —
2. Sustituir la i a la y en todos loa casos en c
haga las veces de simple vocal.
3. Suprimir la h.
4. Escribir coa rr todas las sílabas en que haya i
sonido fuerte que corresponde a esta letra.
5. Sustituir la z a la c suave.
6. Desterrar la u muda que acompaña a la q.
Época segunda.
7. Sustituir la q a la c fuerte.
8. Suprimir la u muda que en algunas dicciones
acompaña a la q.
Entonces todavía dudaban de que la x se descom-
pusiese en es o en gs, i aún no se atrevían, por tanto,
a proponer que se la reformara, como después lo hizo
don Andrés Bello
En Chile, siendo Bello Rector de la Universidad, Sar-
miento propuso esta misma reforma, como diremos
mas adelante, i, conforme a ella, se escribió la primera
Memoria Istórica. presentada a aquella corporación por
D. J. V. Lastarria, el año de 1843.
Otros libros, como una Istoria de la Edad Media¡
se imprimieron con la nueva ortografía; pero, la supre-
sión de la A i de la w muda, no pasó, a pesar de la inu-
tilidad manifiesta de aquellas letras, i al punto se res-
tablecieron ambas en la escritura nacional. ¿Qué las
salvaba entre tanto? ¡La costumbre de verlas!
Solo pasaron los dos primeros números i se escribió
Javier, eesámen. jeneral, tei, convoi, estinguir, testo, i se
suprimieron algunas letras como en setiembre, suscri-
cion, trasportar; las vocales conjuntivas dejaron
de acentuarse, i en ese oficio £
por la i.
Esto constituyo principalmente la reforma chilena
iniciada por Bello, i, entre nosotros, seguida por todos,
hasta que en la última década un oficinista tuvo
desgraciada idea de volver a la ortografíi
i su ejemplo i esfuerzos lograron sumirnos en la
anarquía en que hoi vejetanios, mezclando ambas orto-
grafías, la vieja española i la reformada nuestra, sin
orden ni concierto.
Antes, en 1850, en vano lo intentó un Ministro
retrógrado i atrabiliario. Su decreto mandando retro-
ceder la ola de la reforma, cayó en el vacío.
Lo racional i conveniente de la reforma, como la
circunstancia de tener a su favor la adopción i el uso
de una nación entera del habla castellana, ya era un
poderoso motivo para esperar que la Academia la pro-
hijase i todos la siguieran. Hoi en parte, hemos per-
dido esa ventaja; pero, no adelantemos.
Bello iba aun mas allá: quería la reforma del Alfa-
beto como punto de partida para levautar el silabario
sobre base segura. A fin de facilitar el aprendizaje de
la lectura, como ól decía, proponía cambiar el nombre
de algunas letras: a la g i la j llamólas gue i je; i decía
che, fe, le, lie, me, ne, ñe, rre, se, ye, ze. Suprimió
por ambigua, la h por no tener significado alguno,
pues no es vocal ni consonante, i la u muda por ociosa,
al mismo tiempo que daba un valor fijo a las conso-
nantes g, x, y. Abandonaba a la etimolojía i al uso la
elección entre la b i v, «la cual no ea ^TO^va.m&ato ia
la jurisdicción de la ortografía, sino de la ortoepía-, o
recta pronunciación.
La reforma del alfabeto, publicada en 1823 por Bello,
se ha atribuido después erróneamente a D. Domingo
F. Sarmiento, por haberla propuesto este ilustre ai'jen-
tino a la Universidad de Chile veinte años mas tarde,
i en su Silabario (1845) que la ha propa-
En suma, Bello se proponía acomodarla pronuncia-
ción al uso común i constante, desentendiéndose de
los oríjenes, i escribir como se pronuncia. Antes, para
preparar el instrumento, quería arreglar el alfabeto,
suprimiendo en él las letras superfinas, adaptando los
nombres de otras a las combinaciones silábicas, i evi-
tando entre ellas las homofonías (sonidos iguales), como
el de h = v,j=g, c=q, i=i/; k=ca; í=cu s c=ze.
Donde primero comenzó a poner en práctica sus
ideas fué en el mismo Repertorio Americano que él
dirijía. Allí se lee: aora, luzes: i en vez de y;j en vez
de g fuerte; z en vez de c, etc. También en el silabeo
hai una variante que me parece inaceptable, i es la de
dividir así: ex-amen, lex-ico, per-o t tor-ear-
Hoi, en vez de retrogradar debiéramos continuar la
reforma de Bello que es metódica i gradual, i así con-
tribuiríamos eficazmente a formar la Fonética Caste-
llana, llamada, por las condiciones mismas de la lengua,
a ser la mas sencilla i hermosa entre todas las
dernas.
Sarmiento propone la reforma a la Universi-
dad de Chile en 1843, i esa corporación la
* ACEPTA.
Don Domingo F. Sarmiento, en Octubre de 1843 pre-
sentó a la Universidad de Chile una memoria sobre
reforma de la ortografía castellana, ajustándose a los
principios proclamados por Bello desde Londres, con
antelación de veinte años.
La Facultad de Humanidades, presidida por su pri-
mer decano don Miguel León de la Barra, i con asisten-
cia del mismo don Andrés Bello, discutió las reformas
que se le proponían, i arribó a la adopción de los si-
guientes principios:
«l. n Se suprime la A en todos los casos en que no
suena.
2.° En l&a interjecciones se usará la h para repre-
sentar la prolongación del sonido esclamado.
3.° Se suprime la u muda eu las sílabas que, qui.
4." La y es consonante i no debe aparecer jamás
haciendo el oficio de vocal.
5." Las letras r, rr son dos caracteres distintos del
alfabeto que representan también dos distintos so-
nidos.
6.° El sonido rre en medio de dicción, se espresará
siempre duplicando el signo r; pero, esta duplicación
no es necesaria al principio de dicción.
7.° La letra rr no debe dividirse cuando haya
que separar las sílabas de una palabra en dos ren-
glones.
8.° La Facultad aplaude la práctica jeneralizada en
Chile de escribir con j las silabaste, ji, que en otros
países se espresa con g.
9.° Toda consonante debe unirse en la silabación a
la vocal que la sigue inmediatamente.
10. Los nombres propios de países, personas, digni-
dades i empleos estranjeros que no se han acomodado
a las inflexiones del castellano, deben escribirse con las
letras de su oríjen.
1 1 . Las letras del alfabeto i sus nombres serán:
A B C D P G CH JLLLMN
a be que de fe gue che je le lie me ne ñe
que re rre se te ve xe ye ee
. Tal es la ortografía que podemos llamar de S
to, por aer el resultado de la reforma por él in.
da (1)..
Asi se espresa don M. A. Ponce, uno de nuestros
mas sobresalientes escritores didácticos, en su escelente
libro sobre Sarmienta i sus doctrinas iiedayójic
de todo encomio.
U) Sarmiento i *!« doctrinas ptdt
Santiago, 1890.
i reforma adoptada oficialmente, fué bien acojida
p el público, i estuvo en vigor hasta mediar el
cuando comenzó a relajarse, quedando reducida al fin
a lo que hoi se llama ortografía chilena. Esta alcanzó
bastante uniformidad en el país hasta 1 888, año en que
murió Sarmiento, i en que la reforma progresista fué
amagada por un movimiento retrógrado partido de la
misma Universidad. Aunque no se produjo ninguna
declaración doctoral en contrario, volvieron algunos a
la vieja ortografía académica, el Ministerio de lo Inte-
rior la decretó para sus empleados, i el espíritu nove-
lero hizo el resto. Hoi reina la anarquía. Por eso el
recalcitrante antifonetista español don Pedro Amó de
Villafranea, esclama regocijado: «Todas las tentativas
de reforma hechas hasta hoi, uo han dado resultado
alguno, pues hasta la sismática Chile (progresista debió
decir) ha vuelto de su acuerdo para entrar en el común
consorcio; i, rmierto Sarmiento, no ha vuelto a hablarse
del asunto en la República Arjentina.»
Como se ve, la reforma llamada de Sarmiento es idén-
tica a la propuesta mucho antes por Bello i por él apa-
drinada en esta ocasión. Las diferencias son bien cor-
tas: Bello suprime la c; a la q la llama cu i no que; i,
en vez de r=re, x=cse oxe, dice «re, exe, anteponiendo
el sonido vocal e en las dos únicas letras castellanas
que no comienzan dicción, aunque parece mas atinado
i lójico pronunciar er i ex.
Todo lo demás que aprobó la Facultad es netamente
la reforma de Bello, si de Bello puede llamarse lo que
él propuso desde 1823, i otros desde muchos años i aun
siglos antes, como él mismo lo tlvsfe \Tewnws>.
Pkecuksokes de Bello. —Se le acusó de ealt.
OKIJISALIDAD. Se LE DEFIENDE DEL CABGi
Hemos visto que hubo reformistas en ortogí
Villeua a Nebrija i después de ellos varios otros, e
los que figuran: Juan de Vaidés, (1535); Auibrof
Morales, (1570); Hernando de Herrera, (1580);
cisco Pacheco, (1599); Mateo Alemán, (1609); '
Korreas, (1630); Felipe Mey, (1035); don Antonio
dazar de Artazú, (1728), avanzado i discreto a la v
en el presente siglo, D. Hipólito Valiente, (1832); B
bra i Moreno, ( H35); el Bachiller A. M. de Noboa, ( 1839);
Pedro Martínez López, (1841); Bello, Puente (1), Sar-
miento, (1843); don Bartolomé J. Gallardo, (1849), e!
erudito bibliófilo espaíiol; don Mariano Cubí i Soler;
(1) Entre Bello 1 Sarmiento debemos colocar al Canónigo
español D. Francisco Puente avecindado en Santiago de Chile-
donde, en 183í>, publicó un folleto gramatical en que trata de la
questión ortográfica castellana, con espíritu abierto a la reforma,
al mismo tiempo que, también en Santiago, salía a lar. la Orto*
lojla de Bello, para honra de las letras castellanas. El Canónigo
Puente fué rector del Instituto Nacional, i dedicó gran parte de
su vida a la enseñanza, principalmente de las matemáticas i la
física. Cuando Puente publicó su opúsculo gramatical, los estu-
dios de Bello i García del Rio, eran conocidos en Chile; pero él
tiene el mérito de haberse adelantado entre nosotros a los hom-
bres de su tiempo. Ea curioso observar que la reforma, aunque
realizada en Chile, nos viene de estranjeros, Bello, Puet
Sarmiento!
— 89 —
I don Raimundo González Andrés, i otros que
olvido, como Mayans i Sisear. Casi todos los nombra-
dos son fonetistas, autores de sendos tratados do Orto-
grafía reformada. Entre éstos, como se vé por las
fechas, hubo varios precursores de Bello, que propo-
nían lo que nuestro ilustre maestro.
El mismo señor Bello, en el Repertorio Americano
{tomo III), hace mención de una traducción al castella-
no del tratado sobre los sacramentos que escribió en ita-
liano Mgr. Martini, Obispo de Florencia. En esa tra"
ducoión anónima se empleó una ortografía peculiar'
en algo semejante a la que él mismo usó después en el
Repertorio, lo que le echó en cara como un delito cier-
to escritor anónimo de Méjico, el año do 1824.
En el proemio de aquella traduccióu se da euenta
del sistema de escritura adoptado, i, como dice el tra-
ductor: *En lo respectivo al uso de las letras, que es la
« piedra del escándalo, toda nuestra variación se redu
«zea suprimir la h i la u vocal, cuando no suenan, ni
< azen falta para qe se pronunzie el sonido qe se qiere
« espresar: a escluir la k por estraña i supérHua, i la x
* porqe, a mas de ser eterojénea, i no necesaria, tiene
« diversas pronuuziaziones, i es mui espuesta a eqivo-
« car su sonido en la lectura.
«También escluiríamos la s por sobrante i estraña
« de nuestro alfabeto, i de uso inzierto, si estuviese en
* nuestra mano azer qe, escribiendo con c, ca, ce, cí, co,
« cu, pronunciasen todos za, se, zí, zo, su, porque en-
* tonees pondríamos qa, qe, qi, qo, qu, con q, en lugar
« de ca con c, qe, qi- con q, i co, cu con c; i cou esto se-
« ría perfecto nuestro alfabeto: cada signo esotesat'
— 40 —
i un sonido, i no mas, i ningún sonido tendría i
» que un signo.
Así también proponia el mismo escribir ga,gue, gui.go,
' v ; Uja,je,ji,jo,ju, páralos sonidos suaves i los fuertes;
pero, sin atreverse a suprimir la u en gue, gui=ge, g¡.
Por último, según aquel reformador lo declara, des-
de un siglo atrás las gacetas de Méjico i Guatemala
empleaban estas innovaciones ortográficas, las cuales,
además, ya andaban el mundo en varias obras 86-
Bello en su réplica al anónimo mejicano, cita la tra-
ducción de Terencio por Pedro Simón de Abril hecha eu
1583, i el Sabio instruido de. la gracia del P. Garau, pu-
blicadoen 1711, en que se suprime la A, se cambia lacen
b, i se emplea la i como conjunción, i en voces como
voi-rei-soihi, etc. Como aquéllos pueden mencionarse
otros libros en que se ha introducido idéntica reforma
según la idea de cada cual, aunque todos coinciden en
muchos puntos, i en la gran base de abandonar las
etimolojías por el fonetismo. Hai en este sentido un
acuerdo de siglos entre los hombres pensadores que
de ello se han ocupado, aun cuando entre sí diverjan
en pequeños detalles.
Bello, contestando al anónimo mejicano que le in-
crepaba su falta de orijinalidad, asi se espresabn:
«Nuestro sistema no es nuevo, ni cuando dimos el
artículo citado de la Biblioteca, tuvimos la menor pre-
tensión de orijinalidad. Si se examinan nuestras reglas
ortográficas, se verá que apenas hai una que no haya
sido puesta en práctica antes de aora.»
La orijinalidad en estos casos, está en proponer uní
— 41 —
i tal que se imponga por su Iójica i su conve-
. Quien no sea un rapsoda, al preparar un sis-
i como el de Bello, poco o nada se preocupa de lo
i otros han dicho en libros o escritos aislados, de
iario rarísimos, casi imposibles de obtener i en
3 innecesarios.
cido el nuevo sistema, vendrán los criti-
b de oficio, las mas veces eunucos en el harem del
«miento, i ellos se encargarán de establecer com-
i de hallar coincidencias donde por fuerza
¡ene que haberlas espontáneas i naturales. ¿Quién que
emprenda la reforma del alfabeto castellano no pedirá,
por ejemplo, la supresión de la A i de la u muría?
I quienquiera que eso se proponga tendrá que pro-
veer forzosamente al reemplazo de ellas en ciertos
casos, o a la modificación de los signos que esas letras
sin sonar, avaloran; i, al verificarlo, irá por raui idén-
tico camino si no por el mismo que recorrieron quie-
nes antes lo intentaron,
Bello, por erudición, sabría de algunos reformadores
de la ortografía, antes de escribir él misino sobre el
asunto. No necesitaba consultarlos, i mas fácil, sin
duda, le era sacar íntegro el sistema de su cerebro
luminoso que no estraerlo de retazos ajenos.
En las cabezas capaces de concebir, este linaje de
antecedentes es un estorbo, i rara vez un auxilio o una
luz inspiradora. Solo después que algo nuevo se pro-
duce viene el deseo de saber qué han dicho otros sobre
la misma materia, por natural curiosidad.
El imponerse de ello puede dar lugar a algún reto-
que, a pequeñas modificaciones, o bien uos llévate.».
— 42 —
borrar i romper lo hecho. Pero, aún en materia que no
es fresca se puede ser orijinal. Pueden las partes ser
conocidas i el todo ser nuevo i de una eficacia antes
no alcanzada.
El teléfono es nuevo, i viejos sus elementos: eternos
son los principios de la quimica, i la iudustria nos
sorprende cada dia con nuevos descubrimientos, o sea
nuevos arreglos i combinaciones de esos principios.
A cada jiro det caleidoscopio hai nuevas figuras: con
las siete notas de la música se producen nuevas sona-
tas; las diez cifras aritméticas abarcan el universo.
Todo es viejo i todo es nuevo. Isis es siempre virjen i
madre.
Fácil empresa sería dar cuenta de un centenar de
Prontuario! tfc Ortografía Castellana, i entre ellos no
pocos tendentes a la reforma fonética. Pero, aparte de
que el curioso puede hallar esas noticias en la erudita Bi-
blioteca Histórica del Conde la Vinaza, ello sería una es-
téril acumulación de nombres, desconocidos en su ma-
yoría, pues que los mas reproducen a los menos, i estos
pocos hacen rodar su obra sobre tópico estrecho, redu-
cido a conservar la ctimolojía, sacrificando la reforma
s aras vetustas, o a rectificar lo existente, concor-
dando ¡o hablado con lo escrito.
Estos reformistas españoles, jeneralmeute de acuerdo
en los puntos que es menester rectificar, no lo estau
siempre en el modo como se ha de proceder,
La mayor dificultad i diverjencía está en los soni-
9 c, k i q i sus articulaciones simples inversas. Desde
— 48 —
Nebrija hasta nosotros, todos cou él convenimos en
que estas tres letras «tienen un sonido, e, por consi-
guiente, las dos de ellas son ociosas». — Como la k
es letra griega i la c, su correspondiente, es latina, na-
tural fué que Nebrija se decidiera por la conservación
de esta última; pero, en eso tuvo poquísimos secuaces,
porque ello ni teórica ni prácticamente tiene funda-
mento. Basta observar que el sonido suave c formado
con la punta de la lengua i los dientes, al combinarse
con a, suena sa, e — a=za, i no k, como hoi decimos por
un palpable yerro, orijen de las discordancias en este
punto. Menos aún ce suena g.
Hoi los fonetistas desechan la c perturbadora, i sus
pareceres se dividen entre la q i la k.
La k llegó a ser espulsada de nuestro abecedario;
pero, ha vuelto triunfante, i cada día encuentra mas
favor i aceptación, mientras que los partidarios de la q
declinan visiblemente.
En 1731 D. José Ipólito Baliente publicaba su Al-
fabeto u nueva qoloqación de las letras qonozidas etc. etc.,
mientras que en el siglo anterior (1630) Gonzalo
Korreas, katedrático xubilado de la Universidad de
Salamauka, alzaba bandera por la k, precisamente cuan-
do Ximenes Patón i otros latinistas pugnaban por bo-
rrarla de la tabla del ABC.
Desde entonces la í; lucha i gana terreno, i al fin
reemplazará a la c i la q.
Entre nosotros, los ueógrafos de Valparaíso, al prin-
cipio partidarios de la q, vieron al fin su error i se han
decidido por la k.
En lo demás, entre todos los fonetistas hai acuerda
— « —
en el fondo de I* rtóícmai £ tasi soud -feereT^n »
modo i oportunidad efe- sel reaJSaari»m_
Algunos piden muer*» sanaos en reemjpCazo «ie
la fl i la rr, como Mateo Afiemán i Gocjalo K ■■:
pero, eso acaso corroa íasoenaede Has mceris Ie:r.
ñas del emperador Claudio, qcne «qpaeiászo:: t
monedas i de allí no pasaron. Entre és&ae re-
muchos partidarios la representacióe de Is rr p: r
con tilde como la a.
Los defectos de nuestra Ortografía están cisn
señalados desde 1492 por don Antonio de Xecr
reforma netamente planteada desde 172$. j>?i
presor valenciano don Antonio Botdazaur i Arcara
mereció los calurosos elojios de Mayans i Sises:
Entre los partidarios de la HúmUojía i el *¿
base de la recta escritura, los hubo mui aferrs
prosa i verso, tanto que don Gonzalo Bravo C-
(1634) por defender la h inútil, llega a exclama;
oriWr Chritto sin h, téngolo por novedad indecti
que en voz tan sagrada no es bien hacer muda
gunal» V\\ siglo mas tarde el Licenciado Juan
^astiel, ejercitaba su musa conservadora en deí<
la q. i así cantaba:
\'<s t*nií>M qmmAo oon c Pon en lo siguiente ct
pnpfr *p vttcWk* bten oon <*, cuenca i cueva para c:
V v*t<y rjVrt* f* dtflrt * f^ para Q, quanto, quai, qut
«trffflp v^fr^SxN \6 **. quareitna, quadro i quar
\ i\ XftatoM*,. M« wajwtar a estos viejos pal
$r fJ* *YrV*SV^VtV v*wÑto tViWo sin h i cuando sin
A la postre todos dirán con el sabio Nebrija:
Assí tenemos de escrivir como pronunciamos, e pro-
nunciar como escrivimos; porque en otra manera e
vano fueron bailadas las letras.
TERIO DE LA BEAL ACADEMIA
EÁPICA
Como ya lo vimos, si esta ilustre Corporación, por
naturaleza es conservadora, no se ha hecho s
reforma ortográfica. Procede, si, con prudencia i cau-
tela, aun cuando por lo mismo va a paso de tortuga,
como dicen loa impacientes, quienes no quieren medir
la responsabilidad que pesa sobre aquellos que tienen
la custodia de la lengua castellana, la cual no puede
quedar espuesta a todos los vientos del capricho.
La Academia de ordinario espera que el uso abra
campo a la reforma que ella sancionará mas tarde;
pero, es el caso que todos aguardan la autorizada voz d
la Academia para introducir las variantes que desean
en su escritura.
Así caemos en un círculo vicioso que impide todo
adelanto. Hemos visto el saludable efecto de que la
Academia, escuchando a los doctos de Ambos Mundos,
inicie la reforma, en la seguridad de que será secun-
dada por la mayoría de los que hablan el castellano.
Eso ya lo hemos palpado en las reformas parciales
que la Academia ha sabido introducir, como el cambio
de la g en j, en algunos de los vocablos en que ese soni-
do es fuerte, la supresión de la h orijinaria en otras, i el
uso de la rr antes de h, / (konrra, ulrrededor) i después
de los prefijos ab, tub, pro, de... (abrrogar, 8ubrrogú/[
prorrogar, derrogar, arrogarse) i otras anteriores. Vi-
niendo de tan autorizada fuente, todas han sido acep-
ta das .
Así, pues, si la Academia tuviese un plan rijo de re-
forma, bien podría irlo realizando, paso a paso si se
quiere; mas, con marcha segura. Pero, ahí precisamente
está el mal: sus bases son contradictorias, chocan entre
si, i no puede salir de ellas un sistema armónico i
completo.
Cuando la Real Academia formó su sistema orto-
gráfico hubo de ajustar su criterio a tres principios
fundamentales, a saber: la pronunciación, el uso i el
oríjen de las voces; es decir, el fonetismo, la tradición
i la etimolojía.
Estas tres bases son autogónicas i se escluyen mu-
tuamente en muchos casos.
La pronunciación suele ser varia: en Castilla suena
c con su sonido propio, aun cuando a veces se la con-
funda con la 3; en América c, a i s suenan lo mismo;
i, ademas, la pronunciación es variable: en el siglo XIII
se pronunciaba de muí distinta manera que hoi, i hoí
no hemos fijado nuestra prosodia para siempre.
No obstante, necesitamos escribir hoi como hoi ha-
blamos, i eso solo se consigue con la base fonética.
El uso con frecuencia está en contradicción con el
orijeu. Atendiendo a la etimolojía debiéramos escribir:
aguar/o, esquaára, question, quando, qual, quati, qua-
— £7 —
p&equtL, -etc.; traher^ susbráiker^ iwprefxmtleiy sihfr
harpa, Hespana; aseste, áarsv&x, topwátK mosteto,
vmrmiz, i>iátre, vermq¡tK, vutttK m&rubiÜtL, doq^m-
tio, wwokJouL, Christo, Chwrlofí, vkamcñllar^ <ik&n¿bm, tor-
ota, wMBnoko, -choro (coro}, dkmrta^ imóhors^ mmwfHÍh?4i
iaraAerm, «¿ernáút*, amctor? smbcB&stém*, tsvm^/m^ $pá^
tula, spiritiL, jf&era, trúker, mymipk.&, ortkogr&fi^ fhtiú-
Bto, epübeto, i centenares de otras voces cuya etimotajta
está en desacuerdo con el oso corriente.
- Solo mencionareinos algunas mas de las que se es-
cribían propiamente con letras duplicadas i lioi la han
perdido por el uso, como sucede en Mustirtj sfllaha, in-
nocente, anmdar, eommmn, cassar (anular una sentencia),
dbbat, audición, gibba, impressor, bissiesto, eficacia^ ap*
plicatión, suggestión, Unagge, etc.
Hai letras de orijen griego las mas, que étimo*
lógicamente debieran conservarse i que la misma Aca-
demia ha abohdo, como Ptolomeo, bddhun (árbol de
goma), p salterio, mnemónica, ptisis, tmesis, gnomon*
gnóstico.
Todo esto ha desaparecido sin detrimento do la
lengua.
Abogado viene del latín advocatus, con v; abuelo, de*
avus, aviolus; de móbüis salen móvil i movimiento; mam
villa de mirabilia; de vivas, vivo, i parió, parir, sale
vivípera, por síncopa vípera, de donde víbora.
De guarda, uarda, varda... valla, etc., salen barda f
albarda (alabarda?) con b, i valla, vallado, valladar con
v; billar i villa son del mismo orijen, como caber, cabu
¿la, cavidad, concavidad.
De auce, cabsa, cauda, cibdat, Paulo, IbeYu^L^Üm*
— 48 —
Aurelia, salen ave, causa, cauda i cola, ciudad. Pablo,
Ebro, León, Aureia, Oreja.
I si aceptamos éstas i análogas variantes i contradic-
ciones en la traducción del latín al castellano, ¿qué base
fija hallaremos en lo que está de suyo tan desfigurado?
Por otra parte, si el uso hubiese de prevalecer,
¿cuándo se haría la reforma? Toda reforma es preci-
samente una variación de lo establecido por el uso,
para mejorar las cosas. Acostumbramos escribir h
donde no suena; por inútil queremos borrarla precisa-
mente contra el uso. Ese principio podrá hacerse valer
para hablar, no para escribir correctamente.
La etimolojfa sirve a veces también para fijarla
recta pronunciación, i no siempre; i asi indirectamente
servirá a la ortografía, que debe ser su reflejo, i nace de
ella, tal como de la voz proceden los signos marcados
en el cilindro del fonógrafo. Allí no se marcaría nin-
guna h! I, aiin aceptando la razón del oríjen, debemos
observar que tienen escrúpulos inconcebibles los que la
sustentan .
Si geo en griego es la tierra, ¿por qué no ue de
escribir jeografía, jeomelría, jeodesia, cuando pronuncio
jeo? ¿En qué he faltado siquiera a la etimolojía? Acaso
110 digo lluvia en vez de pluvia, i noche en vez de noctt,
i cabeza en vez de capeja, siguiendo las leyes naturales
de la fonética i sin pecar en nada contra la etimo-
lojía? (1)
(1) Aun cuando la Academia lo quisiera, hai casos en que no
podría volrer atrás a fln de restablecer la ortografía etimolójid
borrada por el uso.
En vano el señor Rivodó la echa en cara que haya «adoptado
— 49 —
Nunca hai tan ciega fidelidad a los oríjenes que no
¡piemos diversas formas en las paUbras traducidas;
i si así no fuera, boi hablaríamos latíu puro i no
.no. De un común orijen son alara i guitarra,-
o i mosto: bodega i botica: bota, botella i botija; peña
tda (de donde viene empeñar); vago i vacío; hotel,
hospital i hostalaje; gruta i cripta; ejipcio,
o i yeso; cinto, cincha, ceñir i cintura; leche, lechan i
i i galaxia; ternura, tierno i ternero; luto, lodo i
a; sucia, socio, sociedad; ojo, ojalar i hoyo; tajar,
; tallar i talar; baraja i batalla; caja i cacha; cola
la; herpes i serpiente; calor, caldo, cálido, caldera,
n i calentura; busto, ustorio, comburente, combus-
ires de otros casos en que la lengua abunda,
i ocasiones, por la caida de una letra o de una
a la etimolojía, que basta aquí no es mas que uu
i de escribir con j voces como extranjero, 2>asajero,
i, linaje i otras muchas de terminaciones semejantes que
r etimológico debieran ser con g». Ella no ha podido ni
e hacer otra cosa.
cademift tiene razón al escribir esas palabras con.;', no
r respeto a la fonética, sino porgue sobre la etimolojía
a leyes de la lengua, manifestadas por ei uso, como
la el siglo XII se dijo: linaie, cerote, como consejo,
}, ayunar, fiio, oía, io. Mas tarde, en el siglo XIII. se
i la i por j, o i larga, que era la yola latina como
n Jove i jumntia (yove, yuvencia), i entonces se escribió
>?, ii/jiiijar, Jijo, (jo, jo, que se leían consego, ayniyar,Jigo,
A fines del siglo XV i principios del XVI hubograndes cam-
bios en el castellano, operados principalmente por los huma-
a del Renacimiento. Acaso desde entonces la gofa comenzó
iHr guturalmente i se volvió jola, pasando de leWaAfcUíi». «■
— 50 —
juego de ¡ajenio, se oscurece i se hace inconocible:
hora i reloj vienen de un mismo orijen; nuestra palabra
chilena talaje, que los mas derivan de talar, es propia-
mente hostalaje, hospedaje en el hostal o alojamiento.
De semejantes variantes, trasforrnaeiones i doble-
tes, llena está la lengua para confusión de los étimo-
lojistas i de los que pretenden fundar los principios
ortográficos eu aquel mar ignoto i movible.
Luego considérese que palabras del mismo orijen
suelen eacribirse con distintas letras en las lenguas
neo-latinas: héroe es sin h en italiano i sarabanda cod
b; bizcocho del latín bis cactus, es biscuit en inglés i en
francés, mientras que de la ciudad romana Supla
hicimos Ceuta, i de Gcrdeña derivamos hoi sardo, sor-
letra arábiga, pues, digan otros la que quieran, esees uno de lo»
sonidos intra-gl óticos peculiares de las lenguas semíticas i
exóticos en las gargantas arianas. Nuestra j ea la kha de loe
árabes que suena como la ch alemana; así, la palabra arábiga
khan, en signos alemanes se escribiría citan, i en loe nues-
tros jan o (jan.
Dados estos antecedentes, si la Academia por amor a la eti-
molojia cambiara la ; en g para escribir pasageio, esirangero,
corage, Unugt, debiera también aer lójíca i cambiar eD g esa j en
todas laa palabras en que o rij ¡nanamente fué í. Entonces daris
gusto al señor Rivodó, i también escribiría cotwego por consejo,
como lo he visto en el Poema del Cid; ogo en veü de ojo i hoyo;
higo por hijo, como dicen loa gallegos; i go por yo, lo qae serla
muí etimológico, que al fin yo viene de ego. Entonces escri-
biríamos: Go di a tus higas el consigo <i ogo de buen varón por, Yo
di a tus hijas el conseja a guisa de buen mrón, i otras lindeíai
semejantes.
¿Qué haría la Academia ai diera guato a todos loa pareceres'
Sería aun Babel!
I, sardónico, i así con millares de ejemplos, ae prueba
j el uso ha quebrantado de todas maneras las eti-
[ojias.
¡pregúese a todo esto las variaciones que con el
Tapo sufre la pronunciación, de lo que apenas nos
los cuenta de un siglo para otro. En castellano
ribimos genio, tomándolo del latín, I es probable
i en latín se pronunciase guenio, o talvez algo como
nio, con g francesa. I si hoi decimos jenio ¿en qué
i violado la etimolojía que ya no lo estuviera?
1 respeto a la etimolojía, tantas veces violada, es
isuna vana superstición. Las palabrascon el frota del
npo se gastan por sus estremos i se contraen i eufo-
nizan; otras veces crecen recibiendo aditamentos al
principio, al medio o al fin, que las trasforman; ¿i es
acaso posible que en ese constante movimiento de la
lengua, sancionado por el uso, se conserve inalterable
la forma etimolójica? Ilusión! Tal inmovilidad en lo
movible repugna al buen sentido i solo se concibe en
las lenguas muertas. I aún en esos cadáveres, si cesa
el crecimiento, continúa la tras formación vejetativa.
Para conformar las lenguas a la etimolojía habría
que recorrerlas de arriba a abajo, i retrotraerlas en
gran parte a su orijen. Sin ese paso previo la orto-
grafía etimolójica será siempre un nombre vano.
¿I, dónde está el individuo, dónde la Academia que
conozca a ciencia cierta el orijen de todas las palabras
i las leyes de su trasforinacióu? Nadie puede preten-
derlo. Entonces, ¿cómo es posible decir a los niños,
decir al pueblo, decir a todo el mundo: «tengan ustedes
por regla de ortografía las etimologías cpe uadáfc «sos*».
por completo!» Eso, mas que un consejo sensato,
ceria una burla.
No ae sabe la etímolojía de muchas palal
otras es incierta o antojadiza. Hoi, siguiendo las
ciones fonéticas de los vocablos, se remonta a los orí-
jenes con mas certeza; pero este jénero de investiga-
ción es nuevo e incompleto aún, i no siempre de segura
aplicación, como llegará a serlo (a).
ejemplo cualquiera de estu.9 curiosas trasíor
o mas, todo un señor Ministro de Tnstrucd""
ae hablaba de la vulgarísima voz Colodrillo.
(a) Veamos ur
Pública (hoi ex).
Sea.
Colodrillo, parte posterior de !a cabeza, ¿de dónde viene!
Desde luego su terminación illo nos dice que es un diminutivo
de Colodro.
Colodro, es un zapato de madera, el nabot de los franceses. Loa
étimo I ojia tas lo derivan de coturno; pero, ante los métodos niO'
demos tal derivación es absurda.
^ I luego, ¿qué concomitancia puede haber entre el zueco tr¿-
jico de los griegOH i el prosaico Colodrillo, cuyo orijen buscamos?
Ninguna!
Recordemos que de la voz latina testa, vasija de barro, salió
ia palabra tiesta, despueH testa para designar la cabeza, por
comparación o analojía tropolójica. La testa era el cráneo, 1*
vasija humana o animal, hecha también de barro, eepresión que
se ennobleció el dia en que, olvidando su humilde orijen, se dijo
testa coronada, por una metáfora atrevida,
Pues, de la misma manera se formó la von Colodro, que es 1*
forma masculina de Colodra, —vasija de madera para ordenar
las vacas i las cabras. Cuando los zagales 1 vaqueros comenta-
ron a usar zapatos de palo, los compararon, sin duda, a sus «Jo
dra» i los llamaron loe colodros, acaso por burlesco tropo,
mi Éa fué an nombre propio.
— 58 -
cuál es e! tin de la ortografía?
!lla, sin duda, se propone trasladar fielmente lo ha-
blado a lo escrito. Su fin es entonces escribir la palabra
tal como suena. La cuestión no es, pues, de oríjenes,
sino simplemente de convertir loa sonidos en signos,
las palabras en letras, de manera que el pensamiento
escrito entre por los ojos tal como el hablado entra por
el oido. La Academia lo ba dicho: «las letras i los so-
nidos debieran tener entre sí la mas perfecta corres-
pondencia, i, en consecuencia, se habrá de escribir
como *e pronuncia.»
Tal es el fin de la ortografía, i este fin se realizará tanto
mejor cuanto con mas sencillez i exactitud se proceda,
Eetá mui bien; pero, ¿de dónde viene colodra* — Tliat's tke
questtonl
Viene del latín. Al mismo utensilio para ordeñar, los romanos
decían tnulctra. — ¡I puede alguien pretender que colodra i coló-
drillo vengan de mtUctra?
1 así es, sin embargo, como vamos a verlo, si seguimos las
mutaciones fonéticas que se han operado.
-De jiui.ctra salió idetra; por aféresis perdió la m.
De tJLCTRA » cultra; por metátesis trasmutó la c.
De L'tij.TRA » colara, por conmutación de ti en o i de í en (í.
De coi.pju, colodra, colodra, por epaitesix, injiere una o eufónica
i cambia el acento.
Abí, pues, el campesino colodrillo viene del latín nmlctra, lo
qne a primera vista parece imposible.
Como ésta hai infinidad de otras voces recónditas cjne reser-
van buenas sorpresas a los etimolojistaa i a los curiosos, con su
ir i venir de letras i de sílabas i de inesperadas trasform aciones.
I si es asi, cómo contestar fríamente a los que buscan la sen-
cillez en la escritura: ¡aténganse Uds. a la etimología!
¿Quién de loe que tal base sostienen podría afirmarla prácti-
camente con su propio ejemplo i sabiduría,!
— 54 —
La etiniolojía, bien está que se la tenga presente al
fijar la prosodia de una lengua, o al resolver dudas res-
pecto a la recta pronunciación; pero, para escribir bieu
no hai sino escribir como se pronuncia.
Bueno es reconocer que si el punto de partirla de la
Academia fué errado al aceptar principios contradic-
torios, en la práctica ha procedido ni ai cuerdamente,
ateniéndose a la pronunciación, especialmente eu la
reforma que realizó el año de 181(5.
Hoi está de acuerdo con las ideas modernas: valor
le falta (1).
(1) Por esta reforma de 181'i, la Academia dio su Instar a Ib
ck i la 11, suprimió la k donde se confundía con la ch, suprimid
el circunflejo que se usaba después de la cíi=q, reemplazó la
ph por/, suprimió eu varios caeos la ,c, la 6, la h i la <¡; uso n
ccon a-o-ii i la q en los otros sonidos de [aserie, que, </i<¡, l'j.¡in'
constituye una irregularidad, sin duda; destinó la y a usos lie
consonante, modificó oí sonido de la x, etc. En varios cano;
prescindióse dirl orí jen.
Dados los adelanto-" modernos, la uniformidad con que lo»
hombres de espíritu independiente se declaran por la reformi
fonética, i en vista de los mÍsm:i-< procedimientos académico»,
estamos autoridad»* pura pt-nsar que hoi la docta Corporación
no sostiene los triw principios contradictorios del siglo pasado,
sino en esta forma La gtivih.oii* i ki. eso tabí. fijar la PRO-
SODIA, LA PROSOOlA O PHONIWCIAUIÚÍ VAHA FIJAR LA OKTOCKAFÍ1.
En el año mencionado la Academia, en efecto, decía eaUU
notables palabras.
•¡La pronunciación es un prinnpi<i de. escribir bien, que mere»
* la mayor atención: porque siendo propiamente la escrítun
* i majen de las palabras, como éstas lo son de los pensamientos,
« parece que las letras i los sonidos debieran tener entre si I*
* mas perfecta correspondencia; esto es, que no había de hnltr
* tetra que no tuviese na rtisíinto sonido, m\ koiwío une »t> invita
-.-
El alto cuerpo español que da la norma en estas ma-
terias, debiera inspirarse en el ejemplo de la lengua
italiana, que luchaba en un tiempo con dificultades
idénticas a las nuestras. Los hombres doctos de la
Crusca acometieron de lleno la reforma i la realizaron
con felicidad, 'probando con el hecho mismo que eran
quiméricos los temores de cuantos se oponían a aquel
progreso.
Por nuestra parte, debemos continuar la reforma
iniciada en Chile, i, cuando sus ventajas se palpen, el
mundo del habla española querrá seguirla i sabrá
aprovecharla.
La Real Academia Española, en su grau Diccionario
de 1726, combate el principio fonético como única base
de la escritura, i sostiene la etimolojía como el mas
seguro principio ortográfico. Dice, en suma, que para
escribir pora i correctamente, hai que conformar las
voces, en cuanto sea dable, al modo con que jeneral-
meute se pronuncian, atendiendo al mismo tiempo al
orijen de donde vienen para no desfigurarlas.
En este interesante punto de partida de la ortogra-
* su diferente letra: i, consiguientemente, <p<e se hnbia de escribir
« como se habla o pronuncia."
8i al comenzar el siglo se mostraba la Academia adicta a
estos principios netamente fonéticos, que elia encontraba *tau
conformes a la naturaleza i la razón*, al terminarlo es de esme-
rar que quiera llevarlos a la práctica para perfección i gloriadel
habla castellana.
— 56 —
fía oficial, se declara que el Alfabeto Castellano consta
de 2tí letras, tema sujeto a ciertas diverjencias entre
los gramáticos de los dos siglos anteriores.
De éstas, ó son vocales, a-e-i-o-u, i la y en las palabras
de orijen griego; 9 llama mudas o naturales b-c-d-g-kp-
q-t-e; 8 semivocales o confusas, f-k-l-m-n-r-s-x; 3 dice
que son esclusivamente espartólas, e, j, ñ, i conserva.
ademas, ck, th i ph para los vocablos que provienen del
griego.
En la reforma de 1803 hecha en la 4. a edición del
Diccionario, se da a la q i / su valor, escribiendo giii-
mera i falange en vez de chumera i pkalange; la efe i la
U se adoptan como letras castellanas, i se suprimen la
c i la k, autorizando las series irregulares ca-que-qui-co-
cu — za-ce ci-zo -ZU.
En la 8. a edición, de 1837, ya aparecen con j algu-
nas palabras escritas antes con g o con ,c, como mujer,
majestad, jarabe, cojo; i en la 9. a , de 1843, continuó esta
sustitución * escepto en aquellas voces que de notoriedad
tienen g en su orijeu, como regio, régimen'. No obstan-
te, palabras hai con esta condición de escepción que
en el mismo Diccionario se han escrito con j, como
jiba.
Antes de decidirse a escribir je, ji en vez de ;/e, gi,
reforma que en Chile ha resultado ser tan provechosa,
«la Academia, pesando las ventajas i los inconvenientes
de una reforma de tanta trascendencia, ha preferido
dejar que el mo de los doctos abra camino, para autori-
zarla con acierto i mayor oportunidad.
Se trataba en aquella ocasión de suprimir la c.
emplazándola por ft i por z; de suprimir la ti después
de g, i, como dijimos, de cambiar la g en j. Según
ee escribiría, Mntaro, zifra, gión, gerra, agüero, jefe,
¿¡gante.
Después de eso, entre variantes de palabras, ba au-
torizado la doble rr después de consonante: honrra, is-
rraelita, alrrededor, subrrogar, derrogar abrrogar, pro-
rrata, bancarrota, virrei.
La Academia, como consta de sus propias declara-
ciones, no es refractaria a la reforma: ella sanciona
discretamente la opinión de los hombres doctos; pero,
es tan cautelosa que no se atreve a realizar reformas
tan obvias como la de dar a la ye su valor de conso-
nante i no otro, aunque eso es lójico i conveniente i
cuenta con el apoyo de centenares de hombres doctos,
como Hernando de Herrera, Aldrete, Roa, Faría, Jáu-
regui, Vargas Tamayo, Esteban de Villegas, Antonio
López de Vega, Saavedra Fajardo, Fr. Pedro Mañero,
Ant. León Pinelo i muchos otros. Hoi mismo el aca-
démico don Eduardo Benot escribe i latina como con-
junción, cual todo el mundo en Chile.
Pedro Simón de Abril, Mateo Alemán, Gonzalo Co-
rreas, Jerónimo Mondragón, el P. Josef Olcina, Juan
González i otros ortógrafos españoles de nota escriben
reí, leí, convoi, buei, «mi, earei.
Muchos son los que abogan por la supresión de la h
inútil, desde el preclaro Nebrija hasta los numeroso 8
fonetistas de hoi; pero, la reforma aún no llega.
LA REFOEMA ORTOGRÁFICA
POR EL ALFAI
UE LIE COMENZAR
Las lenguas son orgauisnios vivos que nacen, ere-
i, se reproducen i muereu, según leyes ineludibles.
Por diversas causas la pronunciación varía según los
diferentes estados i faces de la civilización a que la
lengua sirve i se adapta. Los signos de la escritura de-
bieran variarse con la pronunciación e irla siguiendo
fielmente.
Nosotros podemos decir que nuestro alfabeto ha
quedado rezagado, i que, por tauto, es menester refor-
marlo de manera que corresponda a la pronunciad iui
del dia.
Perfeccionado el instrumento, ya escribiremos mas
fácilmente tal como se pronuncia.
Un escritor español, dou Pedro Arnó de Villa-franca,
auti-fouetista intransijeute, acaba de decir: *El alfa-
beto de que nos servimos en la escritura no es inven-
ción nuestra. Los romanos uos lo legaron en la misma
forma en que lo usamos (advertiremos que ellos no
tenían un signo para la w; ni la U, ni la ck, ui la.;' cas-
tellana) i hasta las irregularidades mismas de nuestra
ortografía se encuentran casi todas en el latín (1).
La defensa es contraproducente.
íl) I, a Esoceli Moderna. Revista Pedagójtca, Madrid, i
to de Í89S, nüm. S.
Si esto lo dice el señor Arrió en defensa de! arca
aaiita del alfabeto que no debe tocarse, creemos, por
nuestra parte, que uu alfabeto hecho para una lengua
no sirve para otra, i, por tanto, que el viejo alfabeto
latino debe ser modificado conforme a las exijeucias
del castellano moderno, para que a los sonidos de t
voz correspondan los signos de la escritura.
El alfabeto castellano debió haberse deslatinizado
en los dias del renacimiento, cuando los humanistas
emprendieron la tarea de pulir i mejorar la lengua;
pero, acaso ello no se hizo por supersticioso respeto al
latín, a que entonces se retrotrajoel castellano, princi-
palmente por la conversión de las derivadas vulgares
en sabias. Precisamente porque se latinizaba 1¡
no se deslatiuizó el alfabeto, bien que hombres como
Nebrija comprendían la necesidad de esta reforma,
negada hoi por una Revista Pedagójica española! El
sabio latinista con razón decía: «Assi tenemos de escri-
vir como pronunciamos e pronunciar como escrivimos:
porque en otra manera en vano fueron halladas las
letras. Xo es otra cosa la letra sino figura por la qual
se representa la hoz o pronunciación. ■ ¿I qué repre-
sentamos nosotros, la voz latina o la voz castellana?
I con no menos buen sentido el discreto Juan de
Valdés agregar «Cuando escribo castellano, no procuro
de mirar cómo escribo el latiu
La reforma ortográfica necesita basarse en un alfa-
beto racional que la facilite.
Don Andrés Bello, como dijimos, así. lo wsva^vsoáafc
i su reforma propuesta por Sarmiento, hace medio
siglo que se sigue en las escuelas publicas de Chile.
Continuando el impulso reformista será menester
ahora qne desaparezcan las letras inútiles i las ambi-
guas o unisonantes, que se regularicen algunas series
como las que corresponden a la c i la g seguidas de las
vocales, i que se adopten las letras que sean necesarias
para reproducir nuestros sonidos de hoi de la manera
mas fiel i sencilla posible, de modo que se realice el
principio racional, «-un signo para cada sonido, i un te-
nido para cada signos
La reforma iniciada en Chile es una gloria nacio-
nal, porque ella tendrá que realizarse forzosamente,
como todo progreso. Lo malo está en la incongruencia
i en las vacilaciones. Se necesita tener un plan único
i cierto, para irlo realizando con intelijeucia i firmeza.
No es lo que ha pasado, sin embargo. Un ministro de
instrucción pública, de espíritu retrógrado, en 1857
mandó por decreto, que se volviese a la ortografía es-
pañola.
En 1888 el Secretario Jeueral de la misma üniver
sidad, se empeñó en igual sentido, produciendo la per-
turbación de que hicimos mérito.
La Facultad no solo no ha vuelto a continuar la
reforma iniciada, sino que la ha desviado, ya orde-
nando que se escriba hua con g en las voces indíjenas
como gitano, i escribiendo al mismo tiempo Taliahua-
no; ya ordenando que en los nombres indíjenas en
hue se escriba k, como en Alhué, Llanqaihue, Panqué-
kue, sin advertir la contradicción en que ha incurrido.
Esos son pequeños defectos que ee salvarán, cuando
61 —
se tenga un plan fijo i bien definido, i tan racional i
fácil que todo el mundo haya de aceptarlo invita Rutina.
VII
NUEVO PROYECTO DE REFORMA GRADUAL
Todo eso se consigue, a mi juicio, con los siguientes
capítulos reformistas:
1. Suprimiendo la h donde no suena, como comenzó
a hacerlo don Alfonso X i lo aconsejó i practicó Ne-
brija: arpa, onrra, umo, ermoso, armonía, aora, exibir,
retesar, veemencia; i, reemplazándola por y en la com-
binación hie: yedra, yelo, yerba, enyesto, yero/ante; i por
w, en kua, hue, hui: wano, weso, wiro, viwela, áldewda,
Wici, Wuidobro, Sanwesa. Así quedaría eliminada la h,
como lo está en el italiano.
2. Si en nuestro alfabeto la g suena gue, debemos
en consecuencia, decir ga-ge-gi-go-gu, con el sonido
uniforme i suave de las voces correspondientes, gamo,
gerra, ginda, godo, gusto, i así en la escritura se regu-
larizaría esta serie, desapareciendo la u muda de gue i
gwi. En cuanto a los sonidos fuertes ge, gi, que hemos
cambiado por suaves, quedan representados por je-ji.
3. De aquí resultan tres sonidos claros i distintos
gchwa-ja, con sus series regulares, como sigue:
B (suave) ga-ge-gi-go-gu gama-gerra-ginda-godo-gusto
W (media) wa-we-wi awa-viwela-arwir
J (fuerte) ja-je-ji-jo-ju jaca-jefe-jiro-jovcn-justo
4. La c, la q i la z figuran altoim\iw&m*\&fc *s*^
I
series irregulares que piden reforma: ca-que-qui-co-cu
seria la serie regularizada; pero, empleando dos le-
as, c i q; mientras que los sones ce-ci se confunden
n ge-si.
Todo esto desaparece introduciendo la k en reem-
plazo de hi c i la q.
Tendríamos entonces estas otras series regulares:
Z (suave) za-ze-zi-zo-zu zay,ilra-:eloa-:iJ'ra-zarTO-azúcar
K (media) sa-se-si-so-sa sabio-seco- nino- sol re- Jema
K (fuerte) ka-ke-ki-ko-ku £a»in-&eío-íilo-&opa-&umbrt
. En suma, estas útiles reformas fonéticas se reali-
zarían suprimiendo la h, la u muda, la c ambigua i
e introduciendo en nuestro alfabeto la wfweo
giié) i la k, letra franca, umversalmente conocida i clara
m la escritura.
Las proyectadas reformas no son nuevas: Gonzalo
Correas ya babia propuesto reemplazar la c i la q por
la /.', mientras que Nebrija, por el contrario, quería su-
primir la q i la e, que eu su tiempo ecsistía eu nuestro
alfabeto, i reemplazarlas por la c.
Propusieron otros desde tiempo atrás, dejar la g
para los sonidos suaves, como yataa, miga, gamo, i la j
para los fuertes jara, hijo, majo. Según eso se escribi-
ría fierra, ginda, gitarra; i sonaría la u, sin necesidad
de crema, en argüir, agüero i vergüenza. Entonces,
guerra se leería como hoi guerra, que es como leen los
italianos, i como fué en español antiguo i volverá a
serjo acaso en el futuro.
En resumen, en Chile ya tenemos andados algunos
pasos en el camino de la reforma ortográfica.
Desde luego, se ha jeneralizado la reforma del alfa-
beto por el Silabario de Sarmiento, la cual reforma ha
recibido después algunas pequeñas modificaciones foné-
ticas que la perfeccionan.
La reforma ortográfica de la Universidad en su mayor
parte se ha perpetuado; cumple, por tauto, a los ami-
gos de continuarla, adoptar un plan racional para ir
paulatinamente progresando hasta completarla, sin
ler al acaso.
Paréceme que la reforma podría escalonarse en eBta
forma:
1. Suprimir la d muda, o sea escribir qe, qi — ge, gi>
combinaciones bien escasas, como en jqe qieres? gerra,
aginaldo, gión, ginda, agita.
2. Cambiar ce, ci por ze, zi; Zezilia, séfiro, eifra,
telos, müieia.
3. Cambiar hie en ye: yerba, yedra, yeto, enyesto.
Ninguna de estas tres pequeñas reformas choca
grandemente i creo que serían aceptadas juntas sin
dificultad.
No obstante su sencillez, ellas rectificarían grande-
mente nuestro Silabario. Si se aceptan tendremos
regularizadas las siguientes series, hoi imperfectas:
a-ge-gi-go-gu sonidos suaves uniformes
¡a-je-ji-jo-ju id. fuertes id.
i-ze-zi-zo-zu id. suaves id.
s-que-qui-co-cu id. fuertes, diformes
Esta lili
dos, mas
pero, ace]
Esta última serie es regular en la escala de sus soni-
dos, mas no en las letras con que ee les representa;
pero, aceptándola provisoriamente, quedan las cosas
encaminadas para introducir la Je sin esfuerzo, después
de un destierro inmerecido de un siglo.
Aclimatada la reforma antedicha, tan sencilla como
fecunda, podría venir ya el último esfuerzo, que consis-
tiría en lo siguiente:
4. Introducir la Ktla vr.
5. Suprimir la h muda.
En la Revista de Instrucción Primaria hemos
tratado no ha mucho de la reforma que ahora propo-
nemos. Entonces dilucidamos ampliamente sus funda-
mentos, i eso mismo nos exime de entrar en detalles
que serían en gran parte una repetición de lo dicho.
Ambos estudios se completan: en el presente se hace
la historia de Ja reforma ortográfica entre nosotros i
sus antecedentes, i se propone un plan gradual para
regularizar nuestro alfabeto castellano; en el ¡interior
ae hizo ver, en jeueral, el valor de las variaciones lite-
rales i silábicas, i así es que uno de esos estudios se
refiere a la teoría i el otro a la aplicación práeticí
la reforma fonética.
¡Ojalá ellos sean de algún provecho!
Santiago, Noviembre de 1896.
8®®ss.fl » a a i/, a s as. a ai
ESTUDIO TERCERO
SOBllE LA RUFO
I
e todas partes, desde los días de Nebrija, se clama
por la supresión de la h.
¿Hai razón para esa demanda?
Procuremos darnos cuenta; pero, antes de entrar al
fondo de la cuestión, sepamos que representa este signo
en los dominios de la fonética castellana.
Desde luego la h no es una letra, por cuanto no re-
presenta ningún sonido, ni vocal ni consonante: es una
aspiración, un hálito con que se refuerzan ciertos so-
nidos literales. Con esa aspiración, hálito o ec-suflación,
parecida sucesivamente a una j, a una / o a una g, sin
ser igual a ninguno de esos sonidos, se acompañaba
en otro tiempo a ciertas vocales, i así es c£ie> Vs&y*^
bras humo, hermosura, ahora, sonaban casi como jumo,
fermosura, agora, i hai todavía quienes así las pronun-
cien. De haca salieron jaca i hacanea. Por halar ae
dice jalar; fuego fué liuego.
En el inglés se aspira la h, lo que se nota raui bien
en kam, kome, lien, his, humour.
Otro oficio de la h es el de separar vocales, ya para
impedir que se contraigan por la sinéresis, ya para in-
dicar la caída de una letra, ya para apartar los elementos
de una palabra compuesta. Ejemplo de lo primero es:
hohordo, azahar, aíahuíl, ahora, vehemencia, zahumar,
buho, zanahoria; ejemplo de lo segundo es sabuco, que
pasó a salmeo i hoi es saúco; i, de lo último, re-kvir,
re-husar, re-hacer, a-hitar, pro-hibir.
Esta h ha dejado de aspirarse i así es que se la con-
serva solamente por costumbre, i sin que nada signi-
fique.
Ha caído o desaparecido, por lo mismo, en palabras
como Helena, Henrique, harpa, harmonía; pero se con-
serva en helenos, Henriquez, etc.
No se usa en otras, como Christo, cathólico, cáthedra,
en que es inútil, o ha variado la pronunciación; i ha
desaparecido en saúco, ataúd, Iruán, traer i otros vo-
cablos en que tenía por oficio evitar la sinérisis. Con-
sérvase en casos análogos, como en aldehutla, núilin;
ahumado, ahuecado, retahila, i otras palabras, entre
ellas el apellido Sanhuezu, donde marca un hiato nece-
sario.
A veces esta aspiración h suena como una g, i ello
se nota en huevo, hueso, hueco, huerta, hueste,
en muchas palabras americanas, como huaso, imano.
huasca, huanaco, huemul, huincha, humea, huiro, hui-
llín (1).
líoi, desde que la h no se aspira, no hace falta como
signo de aspiración, i puede i debe suprimírsela donde
tal función antes ejercía.
En las otras voces en que la h marca un espacio, o
impide la diptongación, o suena lijeramente, suprimirla
sería borrar estos accidentes i desfigurar las voces en
que se la emplea, lo cual, por cierto, no es indiferente
a la prosodia de la lengua.
Si se la suprime será menester hacerlo sin detrimen-
to del habla castellana, reemplazándola conveniente-
mente donde aún ejerza algún oficio. Como ello sea lo
diremos mas adelante.
Decir que la h no es una letra sino un signo de a
pi ración, vale afirmar que ella no es sonido vocal ni
consonante. La aspiración h se produce por una co-
(1) Cuando no había mas qui
i la (í, se recurría al artificio d
un signo ir para representar la u
escribir hn para denotar el ao-
e adoptó la u, el oficio
nido «. Asi litrr<>, lica-ti, Itreste sonaban h
habrían sido vevo, veso, veste. Desde que a
de la k pura anunciarla quedó anulado.
Oim Igual objeto, antes se ensayó la g i se dijo gilego, güevo,
güerta, i aun ae duplicó la u para que sonara como vocal,
escribió uueste i ueste, para que se pronunciaran como ti o i hueste
i veste. Escribir entonces Hueco, Hiiñ-fnii", o junar, u«cte,s<\\\v^-
drísaeiijpiertrboilfl.-í' en vez deuu, iueco,iuér;frt,Yt,<í 1 u>3waT,'i
lumna de aire emitida por la boca, sin interrupción,
como para las vocales; pero, ae diferencia esencial-
mente de ellas en que no hace vibrar las cuerdas gló-
ticas; luego, la k no es vocal.
Si la columna de aire que produce las vocales en-
cuentra algún obstáculo, ya en la lengua, ya en el pa-
ladar o en los labios, el sonido vocal se trasforma en
consonaute. La aspiración h no encuentra obstáculo,
luego, no es consonante.
Esta aspiración se percibe claramente al pronunciar
u-há, elté, i-hí, ohó, uhi'i; ali-á, ek-é, ili-í, ohó, uh ít. El
respirar acelerado puede representarse ah-hü. ah há,
ah-há. que suena casi como aj-já, aj-já, aj-já.
III
a
Proponen algunos que este aliento o aspiración, por
no ser un sonido alfabético, se anote cuando sea me-
nester con una virgulilla, asl: , a=ha r a' =ah, a'ora =
ahora, vi' nela= vihuela, algo cotno el espíritu rudo del
griego. Tanto daría dejar la h ya conocida como signo
de aspiración i de separación.
La h interpuesta para evitar la diptongación, puede
ser reemplazada por una crema, i así, empleando el
signo apropiado, escribiríamos sin alteración ninguna
en la prosodia: rengar, redar, aitarse aümado, desando,
aiiecado, retada. Tiene la crema otra ventaja, i es la
<le evitar acentos contrarióse las reglas jenerales, como
i desahucio, i eso, aún en otras palabras que no lle-
ras /t, como por ejemplo, pió, piin, maíz, latid, baiil.
- 00 -
3 oo diptongan, circunstancias quehoi se anota con
i acento impropio.
1 mismo efecto liaría la vírgula Je que hablamos
ites: re'üar, altarse. reta'üa;o un guioncillo aislador,
mado, desa-ucio; o bien un subpunto disolvente, como
■opuesto por Benot para la versificación, anteado,
, aldeuela. Prefiero la crema por ser conocida, i ser
3 su oficio establecido.
i h, corno lo hicimos notar, se ha suprimido sin
¡ODveniente en muchas palabras castellanas, v. gr.
harpa, harmonía, alhelí, alharido, hermilaño, traher,
\ud, salmeo, thisís, malhería, calhóiico. catiteara, i,
nisrao modo, podemos borrarla donde quiera que
i encuentre sin oficio ni beneficio, como al comen-
r dicción, en hambre, hembra, hombre, homófono, hu-
; hurí, o al iniciar el segundo elemento de una pa-
a compuesta, re-habilitar, m-hastar, a-hora, a-horrar,
enhebrar, ex-hibir, prohibir, ex-hiimar, re-hasar, i así
se la ha suprimido ya en sub-hasta.
Puede suprimírsela también en las palabras donde
no hai diptongo posible, e3tó o no interpuesta, como
en sanhedrin, anhidro, bohemio, vahído, buho, bahía,
azahar, dehesa, alhira, alhaja, Sahara, Alhambra, i se
la puede reemplazar donde no tenga mas objeto que
mantener el hiato, lo cual, en realidad, corresponde a
la diéresis o crema.
En camino hai vocablos en que \a Tv Y\«t\&, ItüAs^
En efecto, suprimida la h, ¿cómo escribiríamos sin
alterar la pronunciación, hielo, hierofanle, hieráfico,
hierba, hiedra, i cuanta palabra comience por hic?
Notemos que existe cierta vacilación ortográfica en
este punto: unos escriben hierba, hiedra, i otros yedra,
yerba, yerbatero, yerbales. I es que hai una estrecha
semejanza entre los sonidos hié i yé, tanto que la i*
aspirada suavísiraamente, o sea hi, puede reemplazarse
por la consonante y. Entonces, suprimida la A, escri-
biríamos sin vacilar, yeto, yerba, yedra, yerático, yero-
Jante, yergue, enyesto, yo adyero, como escribimos yema,
yegua, yermo, ye30, yelmo, yesca, yatagán, yunque-
yaukee, yustapuesto.
El cambio, pues, de la hi en y, serla regularizador i
facilitaría, sin duda, la ortografía castellana, sin alterar
su ortoepía, o recta pronunciación.
Suprimida la h, es claro que la i inicial es consonan-
te, i, por tanto, se cambia en y.
Es curioso observar que mientras la conjunción í
se cambia ene ante otra i (Juana e Isabel, madre e
hija), delante de la y permanece inalterable (botones i
yemas, mutas i yeguas). Ahora ¿qué sucede con hie?
Veámoslo en un ejemplo: rosas i hiedras; entre maderas
i hierros; taumaturgo i hiero/anta. Vemos claraniaute
que hié está en el caso de ye, su equivalente, i no de
ie, que uo lo es. Esto deja ver que si se suprimiera
la h se alteraría el sonido de las palabras que comien-
zan por hié, pero no si se la reemplaza por y.
VI
Hai otros sonidos en que interviene la h,—hná, hw.
í, — que requiere una consonante en su reemplazo
Tal sucede en las voces, huaso, Imano, huasca, huevo,
hueso, huérfano, humea, huincha, Huidobro.
Estos sonidos huá, hué, huí, se parecen, hasta con-
fundirse, con guá, gué, fluí, i así se dice con frecuencia:
Guamanga, guacamayo, guano, giieso, gñevo, güero, güi-
ro, güeco, etc. Así también antafio se dijo agítelo i
agora; i hoi pangúelas, i aún cirgiiela i corrigüela i
Origiiela, dice el instinto popular (1).
(1) Digo huevo, hueíte, hueso, huerta, pero hai algunos que
ponen g donde yo pongo h, i dicen güevo, gilerto, gtleso, güerta.—
Diálogo ile las Lengua».
En el castellano antiguo se decíalo yradesetá, gelotollía, por
se lo agradeció, se lo cortuba. El pronombre enelilico ge corres-
pondía al se de bol, cuando éste equivale a Hit o illís.
Esa g parece que viene de ue (ílli) como observa Bello, i acaso
de ié. Tengo para raí que se pronunciaba con g, francesa, gela=
shela, iela.
En versos anónimos del siglo XIII, según Menéndez y Pela-
yo, i a mi parecer del XIV, si no son una contrafección, se lee:
Cn Ro[lom]!>rero I tien en la tiesta
Que nol flziese | mal la atesta;
E unas hivns tien | en la mano,
Sabet non irlas | dio villano.
...
Que yo ieí.*s | avía enviadas.
¿De este ielas sale gelas, convertido después en Si
o al revea, de gelas, salen ielas, se laa'
adelante:
Mas, concretándonos a los tres sonidos huá, hué, hui,
o si se quiere giiá, giié, giti,, observemos que en nuestra
fonética no hai un signo que represente fielmente esta
aspiración de la h parecida a la g.
Superior a la g misma, para reproducir la h lo me-
jor posible, sería, sin duda, la w de los ingleses como
I suena en was, well, will, wind, work, wonder, woqiI,
wound: ei la letra que mas se le asemeja.
Entonces, en vez de uaso, uano, nevo, itero, nür/ano,
airo, Sanuesa, aldeuda i demás vocablos desfigurados
por la supresión de la k, tendríamos: tve
wero, wérfano, wiro, Samvesa, aldeivela.
Así reemplaza riamos en este caso, la simple aspira-
ción h por una consonante verdadera, la w, ya cono-
cida i aceptada en el inglés, que llamaríamos gii o hit,
aspirando la h, o simplemente toe.
Cou grata sorpresa be encontrado que el filólogo
francés Darmesteter propone en su fonética la adopción
de esta misma consonante. El pedia que moi, toi, soi.
fot, loi, i aun poids i doigt, se escribiesen en francés
ntwa, tica, swa, fien, Iwa, pwa i dwa; i luí, oui, ¡mis i
puíis con otra te con crema, Iwi, wi, puñ. Hai aquí
cierto desfiguramiento en las palabras que no ocurre
al emplear la w castellana en la forma antedicha.
VII
irá: lai
Queda una objeción que prever. Se nos dirá: las
sílabas gua, güe, giti, se confundirán con tea, MH, "'i,
resultando así duplicados inútiles. Verdad; i para que
•j haya tales duplicados, auprimiiiuso gua. güe, güt.
grandísima ventaja para nuestro sistema fonético,
pues con tal supresión desaparecerá una irregularidad;
notable, que tarde o temprano habrá de correjirse.
Si suprimidas esas sílabas, ya reemplazadas por wa T
M6, mi, dejamos las articulaciones ga, ge, gi, go, gu,
para los sonidos suaves de g, tendremos una unifor-
midad que hoi no existe, Í escribiremos, gamo, gerra
(en vez de guerra), gitarra (en vez de guitarra), gozo,
gula.
Así suprimiríamos, ademas, la « muda en las com-
binaciones gue, gui, que siempre reemplazaríamos por
la te, aun en el caso de sonar la u: giie=n-e, g¡ii=tci,
agüero=awero, argüir =arwir.
Así, pues, la w reemplazaría a la hu en hua, hue,
hui, i a ¡a gu también en gua, giie, giii.
-
vni
Jambio es éste que afecta ventajosamente a no pocos
vocablos americanos, entre ellos varios nombres histó-
ricos i jeográficos, coino W&scar, Atawalpa, Watimoc-
sin, Waina-Capac, Puma-Cama, Wacolda, Tewalda,
Aconcawa, Talcawano, Waras, Wamanga, Welen-Wa-
la, wasca, maraca, mincha, manaco, mala, wemul, ivülln,
kelteme, cki/va, colime, mará, waso, warango, wala, tciro
wacamago, awacate, cácamete, etc
Sin esfuerzo pronunciárnosla m en nombres estrau-
jeros: Washington, Wóllington, Wulf, Wood, Walter,
Walker.
Algunos la pronuncian v, como los alemanes, i otros
itv, i así dicen unos, Vamba i Vitiza pot WamhaAW
tiza, i acaso así pronunciaron los godos; i otros dicen
JJvenceslao por Wenceslao, i Uvalcto por Waldo. Las
icadas pronuncian hoi la te como los in-
i dicen W'ilUam$, Wilson, Walhula, Wnlkirks,
corrientemente. Así podríamos también decir: Wem
Webra, Widobro, Wici, Sanweza darwmismo.
IX
Creo que nuestro sistema fonético, acaso el mas 9
cilio i regalar de los conocidos, g;iuaría con la adop-
ción de estas reformas fáciles de realizar Í de no e:
trascendencia.
En resumen, suprimido el signo h donrto hoi e
muda la aspiración que él antes representaba, se reem-
plazará hie por y; hua, htte, ¡mi, giia, grie, giii, por wa,
ive, -wi, i así se obtendrán las siguientes series fonéti-
cas regulares:
G (suave) ga, ge, gi, go, gu, | gama, gerra, ginda, godo, guato
W(media) wa, we, «i awa, wevo, wiro.
J [fuerte] ja, je, ji, jo, ju | jaca, jefe, jiro, joven, junco.
Hai otra serie de sonidos con irregularidades análo-
gas a las anteriores. Se les puede regularizar a poca
costa.
Tenemos todos estos sonidos articulados:
ca, ce, ci, co, cu.
que, qui.
za, ze, ni, EO, 2U.
i en vez de éstos escribiéramos:
ka, ke, ki, ko, ku
za, ze, zi, zo, zu
drfamos regularizada la primera corrida, habría
¡aparecido el que, qui, duplicado, i ce, ci quedarían
nplazados por se, zi, sin que falte uq solo sonido
rrupo primero, que es el actual.
aparecerían la c i la q, que son una confu-
sión, i la m muda, que es una imperfección en el siste-
ma, i habríamos introducido la k, letra mas franca i
mas universal. Antes perteneció al alfabeto castellano
desde sus primeros tiempos, i se la empleaba en los
xüias de Bereeo, i, aun cuando la Academia la suprimió
■ante 1803, lioi se la encuentra en su Diccionario.
Otra manera de llegar a la misma modificación s
la de representar los sonidos que, qui por ce, ci, para
regularizar esas articulaciones, i escribir ze, si en \
■de ce, ci. Creo esto menos hacedero que lo anterior,
puós implica un trueque sutil en sí mismo, pero grave
ante Jas convenciones arraigadas por el tiempo.
XI
Si a lo anterior se agrega el reemplazo de la x por
ct o s, según el caso, Be llevaría nuestro sistema gráfico
de escritura a un notable perfeccionamiento.
Yo no tocaría para nada la ü, ni la ch, ni la ñ, letras
estas dos últimas que se atribuyen a
— 76 —
No vale la pena
<s nuevos que di-
moa de dar crédito a! abate Astarloa. No
de cambiar signos conocidos por otros
jan lo mismo.
Nosotros carecemos de muchos sonidos que tienen
las lenguas estranjeras, sobre todo las semíticas. No
tenemos la j francesa de je, ni la inglesa áujar.jo//.
jitice. jiidqe, John, James; ni la x portuguesa, ni la w
francesa o ü alemana, etc. Algunos de esos sonidos
exóticos podemos reproducirlos con nuestros signos, i
otros no.
La th inglesa de ihrough, throat, acaso antes sonó en
calln'ilico. cáthedra o en yaeredes, lazdrado (th:=zr=zdfc
la iV" puede reproducirse con tu, nous fumes, nitf/'am; la
x portuguesa se imitaría con sch, /orea fuischa, i asi
mismo decimos el Seká de Persia. Laj de otras lenguas,
a ff de saf/e en francés, ni ta ch alemana sabriainos
cómo reproducirlas con nuestros recursos, así como las
lenguas afines tampoco pueden reproducir la j caste-
llana. Pero, nuestro alfabeto es paranosotros i no para
pintar las lenguas ajenas.
xa
iresíón
Una cosa nos trajo a otra: parlieudo de la supresión
do la h, hemos venido a parar en la regularizacióu fo-
nética de que es susceptible racionalmente nuestro si-
labario castellano.
Por mas que esta reforma sea resistida, al fin se abri-
rá paso i habrá de imponerse, pues las lenguas como
e) universo entero, van en constante movimiento pro-
— 77 —
gresivo, aun cuando las creamos estacionarias o retro-
gradantes.
Por nimio que este asunto parezca, él es de trascen-
dental importancia, como lo comprenderá todo el que
haya penetrado en los dominios de la lingüística mo-
derna.
Por satisfecho me daría si con este pequeño escrito
consiguiera llevar algún jermen de útil reforma a los
encargados de tratar estas cuestiones que son funda-
mentales i urjentes de resolver, ahora que el estudio
de la fonética, entrando en la via científica, ha tomado
un inesperado vuelo.
FIN
ÍNDICE
ESTUDIO PRIMERO
I. Vida i desarrollo de las lenguas
II. La lengua escrita: análisis de la reforma alfabética.
ESTUDIO SEGUNDO
7
15
I. El Sistema Fonético i el Etimolójico: de cómo se
vence la rutina: la Academia de la Lengua: re-
formadores i neógrafos 23
H. Don Andrés Bello i su proyecto de reforma (1823). 29
III. Sarmiento propone la reforma a la Universidad de
Chile en 1843 i esa Corporación la acepta 35
IV. Precursores de Bello. Se le acusó de falta de oriji-
nalidad. Se le defiende del cargo 38
V. El criterio de la Real Academia en la reforma orto-
gráfica 45
VI. La reforma ortográfica debe comenzar por el al-
fabeto 58
VII. Nuevo proyecto de reforma gradual 61
ESTUDIO TERCERO
Sobre la reforma alfabética 65
.-^^•^*-i
ora na
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STANFORD, CALIFORNIA 94305-6004